El PSOE anticipa que el pacto con Podemos es muy complicado. Mucho más que antes del primer día del debate de investidura. Dos horas de discurso de Pedro Sánchez, decenas de propuestas, alguna mención a Cataluña (muy pocas) y agrios intercambios con Pablo Casado y Albert Rivera. Todo quedó eclipsado por el enfrentamiento entre el candidato y Pablo Iglesias. Después de casi tres meses casi sin negociar, Sánchez llegó ayer a la cita del Congreso sin tener atado el apoyo de Iglesias. Su cara a cara, de alta intensidad emocional, con revelaciones sobre las propuestas que habían hecho los socialistas a los morados, solo sirvió para alejarlo. El propio presidente en funciones lo reconoció. «Es muy difícil», dijo.

Sánchez comenzó jugando a todo. Como si las negociaciones con Podemos no se hubieran reactivado después del paso atrás de Iglesias, renunciando a formar parte del Gobierno, y todo dependiera de la abstención del PP y Cs. Pidió el gesto varias veces a Casado y Rivera. Sobre todo al primero, porque con el líder naranja la relación parece irreconducible. «Usted solo tiene dos opciones. Gobierno sí o Gobierno no, estabilidad o elecciones. Tiene que decidir lo que tiene que hacer», le dijo a Casado.

SIN MENCIÓN

Aquello sentó muy mal a Iglesias, que pensaba que el presidente en funciones ya había pasado a una nueva pantalla, en la que la apuesta era lograr el apoyo de Podemos, a través de un acuerdo de coalición, y que la investidura saliera gracias al apoyo o abstención del PNV y ERC. Hasta el último momento de su discurso inaugural, en el que trasladó las medidas que quería aplicar (de la subida del salario mínimo hasta la extensión del modelo Madrid Central a toda España), no hubo ni una sola mención a los morados.

«No es sencillo encontrar un punto de encuentro. Pero lo que tenemos por delante merece la pena. Nos corresponde trabajar para lograr un acuerdo», dijo Sánchez.

El presidente no destiló mucho entusiasmo en aras del pacto, enfrentados como están el PSOE y Podemos sobre las parcelas de poder que deberían ocupar los morados en el hipotético Ejecutivo. Pero después, ya en su cara a cara, todo fue a peor. Su mayor compromiso en aras del pacto fue la siguiente frase: «No renuncio a entenderme con Podemos», combinada con la oferta de volver a un apoyo a la investidura a cambio de un catálogo de medidas (lo que siempre ha querido el PSOE) y la previsión, ya anticipando un fracaso, de que si Iglesias votaba en contra, lo haría «con la ultraderecha».

«OFERTA GENEROSA»

Y de ahí en adelante fue a mucho peor. Si a Pablo Iglesias le había molestado la insistencia de Sánchez en una abstención del PP y Cs, a Sánchez le irritó que Iglesias dijera que solo le habían ofrecido parcelas «decorativas» en el Ejecutivo. El presidente lo negó -«nuestra oferta es generosa», dijo-, así que el líder de Podemos decidió dar su versión. Habían pedido «alguna competencia» en Hacienda, en Trabajo, en Igualdad, en Transición Ecológica y en Ciencia. Y la respuesta del PSOE siempre había la misma: «Ni hablar».

Llegados a este punto, el presidente en funciones evitó contestar. ¿Sigue siendo posible el pacto? Ahora mismo es impredecible, aunque ambas partes dicen estar dispuestas a continuar negociando. Sin embargo, la repetición de elecciones, que se celebrarían el 10 de noviembre, o un nuevo intento de investidura en septiembre, vuelve a cotizar al alza. «He visto divorcios más complicados que se han arreglado», dijo a la salida un diputado socialista.