Iban a por todas... y a por todos. El segundo debate repitió en muchos momentos la discusión del anterior. Pero la intensidad subió varios grados. Y con ella el barullo. Sánchez se tuvo que emplear a fondo para salir ileso, por muy poco, de lo que fue una pelea dialéctica sin contemplaciones. Rivera y Casado le atacaron una y otra vez al tiempo que sostenían un duelo personal paralelo (que volvió a ganar el de Cs). De manera sorprendente, Iglesias fue no solo el más educado, sino el más eficaz a la hora de ganarse votantes potenciales que puedan seguir en la indecisión. Y por supuesto la sombra de Vox siguió proyectándose sobre el plató.

MUCHAS MENTIRAS, SÍ

Los cuatro candidatos habían ido a su segunda cita condicionados y motivados por las valoraciones de lo ocurrido el día anterior. Sánchez estaba obligado a resistir, pero asumiendo más riesgos y hablando con más claridad, algo que no logró del todo. Casado tenía que sobreponerse a un Rivera que le había cogido considerable ventaja a ojos de su propia parroquia. E Iglesias debía poner unas gotas de épica izquierdista a su nuevo y sorprendente discurso constitucionalista. Sobre ellos se había precipitado durante veinticuatro horas un verdadero tsunami de tuits, memes, alabanzas, insultos, mensajes de ánimo y descalificaciones, en una atmósfera tan enrarecida como desenfocada.

Porque algo ha quedado claro en ambos debates: los candidatos, al reflejar argumentarios y propuestas cada vez más impactantes, se han instalado en la inexactitud o la pura y simple mentira. Las intervenciones del lunes, una vez pasadas por distintos verificadores, revelaron decenas de afirmaciones inciertas. Por parte de los cuatro cabezas de cartel; pero sobre todo del líder del PP, quien utiliza en sus discursos datos socioeconómicos y estadísticos completamente distorsionados. Ayer se mantuvo la tónica. ¡»Mentira!, ¡mentira!», se decían unos a otros.

Animados por un ejército de espontáneos o mercenarios de las redes, las tres derechas llevan demasiado tiempo cociéndose en una visión de las cosas apocalíptica y terminal. Hasta el punto de que PP, Cs y Vox habían llegado a entrar en batalla digital, acusándose mutuamente de contribuir a la destrucción de España (de ahí que el secretario general del PP, Egea, recriminase ayer a Cs por estar haciéndole «el juego sucio» a Sánchez). Inaudito. Abascal ha logrado convertir sus alucinadas soflamas en la doctrina fundamental de los conservadores, según la cual el actual PSOE es un partido antiespañol y estamos en una situación de emergencia que incluso podría desembocar en una guerra civil.

IGLESIAS DEFENDIÓ A SÁNCHEZ

Semejante argumentario pone mucha pólvora en los debates. A Sánchez se le dijeron cosas absolutamente exageradas. Rivera intentó ayer forzar de tal forma su sobreactuación que por momentos cortaba una y otra vez a los demás. Iglesias (que más adelante saldría en defensa del candidato socialista) se encaró con él: «Es usted un impertinente y un mal educado». El líder de Unidas Podemos había ido allí a explicar que su partido es necesario para asegurar políticas progresistas atando al PSOE. Y lo logró. Antes el candidato de este último partido había dicho textualmente: «No entra en mis planes pactar con Ciudadanos». También aseguraría luego, una vez más, que no habrá independencia de Cataluña ni diálogo alguno que no se inscriba en la Constitución. Dio lo mismo: en el minuto de oro Casado le acusó una vez más de estar en manos de los secesionistas. Y la campaña sigue.