Dicen que no se lo esperaban. Creían que todo era una «bravuconada» de ERC en su pugna con Junts per Catalunya por la hegemonía del independentismo. Confiaban en que, al final, los republicanos, que han lucido un perfil más pragmático en los últimos tiempos frente a los posconvergentes, no iban a impedir que Miquel Iceta fuese designado senador por el Parlament para después presidir la Cámara alta. Los socialistas admiten que deberían haber desconfiado mucho más, sobre todo a la luz del reciente episodio de los Presupuestos, cuando el independentismo votó en contra de su tramitación, junto al PP y Ciudadanos, empujando al adelanto electoral. Pero ahora que el veto a Iceta se ha consumado, Pedro Sánchez se ve obligado a volver a mover sus piezas, en un escenario que arroja interrogantes sobre su posible investidura tras las elecciones del 26 de mayo.

La primera, en el Senado, que se constituirá el próximo martes, al igual que el Congreso. En la dirección del PSOE barajan dos opciones. Asumir que el primer secretario del PSC no presidirá esta cámara supuestamente territorial y proponer un sustituto, en cuyo caso la exministra Cristina Narbona vuelve a sonar como favorita. O bien continuar librando esta batalla, a través del recurso de amparo al Tribunal Constitucional presentado ayer por los socialistas catalanes, donde se pide como medida cautelar la suspensión del rechazo del Parlament a Iceta. Si los magistrados resuelven en breve, señalan algunos socialistas, se podría proponer a otro dirigente como presidente interino del Senado, a la espera de que el líder del PSC fuese finalmente nombrado.

Sánchez tiene que tomar una decisión con rapidez. Hoy se reunirá la ejecutiva del PSOE, donde está previsto que se aprueben sus candidatos a las mesas de las dos cámaras, junto a las direcciones de los grupos parlamentarios. En la del Congreso, el reparto está claro: el PSOE tendrá tres puestos; el PP, Ciudadanos y Podemos, dos cada uno.

Tres son los nombres que más suenan para presidir el Congreso: Carmen Calvo, Margarita Robles y Meritxell Batet. La vicepresidenta del Gobierno es quien más consenso suscita, pero su marcha a la Cámara baja le plantearía a Sánchez el problema de elegir a un repuesto. Aquí algunas fuentes señalan a la titular de Hacienda, María Jesús Montero, que así tendría un buen escaparate para después optar al liderazgo del socialismo andaluz. La otra favorita es Robles, ministra de Defensa, cuyo nombre también suena para el Tribunal Constitucional.

Y después está Batet. La titular de Política Territorial había aparecido en las quinielas de hace unos días, pero después, con la candidatura de Iceta al Senado, dejó de hacerlo.

En el PSOE rechazan que el diálogo iniciado tras la moción de censura, a través de las reuniones bilaterales entre el Estado y la Generalitat, vaya a cambiar. «Vetan a Iceta porque no quieren soluciones, sino vivir del conflicto -dijo Sánchez ayer en un mitin en Las Palmas-. Les daré una mala noticia: habrá soluciones, convivencia, fraternidad y concordia».

TENDRÁ CONSECUENCIAS

Los socialistas señalan que el rechazo al líder del PSC tendrá consecuencias, sobre todo, en el Parlament, donde se necesitan mayorías reforzadas para nombramientos como el del nuevo Síndic de Greuges. Los acuerdos territoriales entre el Ejecutivo y el Govern se seguirán explorando como hasta ahora. Pero para eso tiene que haber una investidura, y aquí ERC vuelve a ser indispensable. Sánchez, en principio, necesita la abstención de al menos un diputado republicano.

La incógnita, en todo caso, no se despejará hasta después de los comicios del 26-M. Paradójicamente, Sánchez afronta la convocatoria en mejor posición tras el revés que ha supuesto el veto a Iceta. El mantra del «pacto oculto» con el independentismo, que repiten PP y Cs, «se ha desinflado aún más», concluye el PSOE.