El sector bancario de Aragón tiene hoy un tercio menos de trabajadores que al inicio de la crisis, un reducción similar a la que se ha producido en la red de oficinas. Son nada menos que 2.709 puestos de trabajo destruidos desde finales del 2008 (un 32,9% menos), al pasar de 8.216 empleados a 5.507 al cierre del 2016, según los datos que recogen los anuarios de las patronales de bancos (AEB), antiguas cajas de ahorros (CECA) y cooperativas de crédito (Unacc). Dicho de otra manera, una media de 28 despidos al mes. A pesar de esta abultada cifra, la mayor parte de estos despidos no han sido traumáticos, ya que se han materializado por la vía de las prejubilaciones. Para los sindicatos, lo peor es cómo han quedado las plantillas, que sufren jornadas laborales que se prolongan sistemáticamente, una mayor presión por vender productos y el cabreo diario de muchos clientes.

La destrucción de empleo, en paralelo al cierre de 705 oficinas en la comunidad (el 39% de las que había), es consecuencia de la profunda reestructuración que ha sufrido este negocio, que está en el epicentro de la depresión económica que asoló el país. La desaparición de entidades, las fusiones, el auge de la banca digital y la necesidad imperiosa de reducir costes han provocado sucesivos ajustes de personal. Con todo, estos procesos se han pactado en la mayor parte con los principales sindicatos del sector. «De cada cuatro despidos, tres han salido bien y uno mal», según fuentes sindicales del sector.

EL ERE DE IBERCAJA

El mayor recorte se ha producido en las antiguas cajas de ahorros, que durante los últimos ocho años han perdido 1.509 empleos (-34,2%) en Aragón. En los bancos tradicionales el censo laboral ha caído en 825 personas (-35,7%), mientras que en las cooperativas de crédito (cajas rurales) han desaparecido 294 puestos de trabajo (-23,1%). Pero la cosa no queda ahí. En los próximos años se prevén nuevos ajustes, principalmente por el ERE pactado en Ibercaja, que contempla la salida de 590 personas en toda España, de los que 500 lo harán mediante prejubilaciones a partir de los 55 años.

La idea de que banca es un sector privilegiado para trabajar se ha acabado, a juicio de los sindicatos. El consumo de ansiolíticos se ha generalizado en este colectivo, al tiempo que se han multiplicado las enfermedades psicosociales (bajas por estrés, depresión...). Así lo atestiguan varios sindicalistas y empleados. «El problema no es tanto por las salidas de trabajadores, que la mayoría han sido ordenadas y en condiciones razonables, sino cómo están los que siguen», explica Miguel Ángel Villalba, responsable de la agrupación del sector financiero de CCOO Aragón. Todo ello, agrega, en un contexto en el que los empleados pagan el enfado y malestar de los clientes por los recortes de servicios. «El consumidor ha visto reducidas las posibilidades de competencia. El oligopolio bancario cada vez tiene más fuerza», apunta. Denuncia también la «prolongación de jornada «de manera fraudulenta». «Cada vez hacemos más horas pero no se cuentan como extraordinarias», critica.

«La gente está muy quemada. Es una situación que no se había conocido nunca y cada año empeora», afirma Emilio Romeo, responsable de UGT Aragón en el sector financiero. Además de la prolongación de horarios, este sindicalista censura la «excesiva presión» para la venta de productos (fondos, seguros) que sufren los trabajadores: «No es un trabajo agradable. Las quejas de los clientes son continuas». A esto se suma, dice, la «amenaza» de recortes por una nueva oleada de fusiones, pero con un margen para prejubilaciones cada vez menor.