El Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC) afrontó el debate del estado de la ciudad con ganas de dar una vuelta de tuerca a su habitual confrontación con la oposición y se decidió a ser protagonista. El alcalde Pedro Santisteve salió a la moqueta roja y anunció ante toda Zaragoza que llega el final del «populismo». No se sabe muy bien si el de los demás o el propio, porque lo cierto es que su principal novedad fue convertir su manido urbanismo de las cosas sencillas por una apuesta decidida por los macroproyectos de inversión por los que nunca apostó. Alejándose de los «delirios del pasado», dijo, pero fiándolo a un futuro cada vez más incierto para él, por su minoría. ayer de nuevo realzada por la oposición.

«Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras por escalar». Con esta frase de Nelson Mandela abría su intervención de apenas una hora en la que fijó su propio diagnóstico para pasar a la acción con 17 apuestas de futuro para los 17 meses que le restan de mandato. Ideas que, en su conjunto, podrían superar los 100 millones de inversión y centradas en la acción social, la proyección de un recinto como Mercazaragoza y, sobre todo, servicios al ciudadano, como un plan de construcción de cinco mercados en los próximos 10 años con 15 millones de inversión, el primero en Parque Venecia en el 2018.

¿Quien lo iba a decir? El Gobierno del urbanismo de las cosas sencillas apostando por inversiones multimillonarias en los próximos años. O lanzando en el salón de plenos una invitación al compromisio de dedicar, a partir del próximo ejercicio, los 10 millones extra del fondo que otorga la ley de capitalidad a ir ejecutando un plan de barrios en cada distrito. Ya están diseñados o en marcha los de Delicias, San José y Las Fuentes. Tras ellos llegarán Torrero y Valdefierro y aún habrá dinero suficiente para ampliarlo al resto de distritos.

Nada de esto le evitó la sensación de derrota o abucheo en la moqueta, pero al menos le presentaba como un alcalde capaz de cambiar por la ciudad, de despojarse de tantos prejuicios y mirar de cara a sus aliados. Y ahí basó su fortaleza, dejar las histerias para otros y centrarse en construir puentes de futuro. Por eso al PSOE con el que, dijo, ha tenido una relación «turbulenta, agitada y alborotada», le reconoció su «papel difícil», al ser revisada su gestión anterior y a la vez trazar planes con ZeC, pero también le recordó que «en sus manos está que este Gobierno de la ciudad no caiga en manos de la derecha», que no dirige la nave municipal desde el 2003.

Para ello necesita a Chunta, a la que se refirió hábilmente después de dirigirse al PP del Jorge Azcón que, con su «inquina personal», ha paralizado la ampliación del Bizi a toda Zaragoza. Cargó con dureza contra la derecha y los conservadores, por su «poca utilidad para la ciudad, carencia de proyecto y de principios políticos» con sus «políticas de obstrucción, entorpecimiento y bloqueo». «¿No le gustaría asemejarse a otros líderes que ha tenido el PP que han colaborado para sacar proyectos adelante?», le preguntó al portavoz, a quien animó a reflexionar y «contribuir a la política de esta ciudad». «Hasta entonces, por culpa suya, poco más puedo decir», dijo.

Así que presentó a los nacionalistas como el ejemplo contrario, que con solo dos ediles son capaces de mejorar la vida de la gente, de «construir», pese a «ser leal no significa ser complaciente y tienen algo de Míster Hyde».

Pero lo que levantó murmullos en la sala fue cuando se dirigió a C’s, al reprocharle su «seguidismo en la absurda e improductiva estrategia del PP». «Zaragoza no necesita un nuevo PAR sino una fuerza diferenciada de la derecha más casposa de Aragón», le recriminó. Y luego le tendió la mano porque «nunca es tarde».

Esta era su respuesta ante lo que definió como la «crisis social, económica y política» que vive la ciudad, ante la que urgió a convertirse en «segunda piel» de los más vulnerables y replicar con «claridad valentía y contundencia». Y en ese contexto defiende el presupuesto del 2018, como una «herramienta para poner en orden» a Zaragoza, en aspectos tan concretos como el día a día. «No estamos satisfechos con la limpieza de nuestras calles ni con el mantenimiento de los parques, como también opinan nuestros vecinos», reconoció Santisteve.

El alcalde también elogió la colaboración con otras instituciones. La del presidente aragonés, Javier Lambán, allí presente, al que agradeció «haber hecho posible el acuerdo» al que llegaron con la ley de capitalidad. No se olvidó del Ministerio de Fomento, que permitirá recibir y reformar la avenida Cataluña y prolongar Tenor Fleta. Ni de la diputación provincial, que permitirá invertir en los barrios rurales. Era su forma de decir que «ir de la mano es posible» para afrontar retos de futuro y hacer de la derecha un sujeto «irrelevante».

El problema de ZeC es que toda la oposición le recordó su soledad, sus incumplimientos y replicó que «ya no es creíble». Además, los socialistas dieron por «agotada la legislatura» -adiós a los puentes-, y sus propuestas se interpretaron como un desideratum con tintes electoralistas.