La sequía que arrastra la cuenca del Ebro desde hace más de un año ya impidió el cultivo de gran cantidad de cereal de invierno en la margen derecha y, salvo un milagroso cambio estival, las cosechas del próximo otoño correrán la misma suerte en muchas zonas. Mientras el Gobierno central sigue sin incluir al río Ebro en el Decreto de la Sequía, siquiera parcialmente, las instituciones implicadas analizan con preocupación las perspectivas. Según explicaba José Manuel Penella, secretario general de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA), «de seguir así las cosas, en muchas zonas de la margen derecha, aunque aún no se puede hablar de pérdidas, no habrá nada que recoger».

Ayer mismo, varias organizaciones medioambientalistas, como Ecologistas en Acción, mostraban públicamente su rechazo a medidas como el decreto, apostando por una planificación más a largo plazo que permita gestionar los recursos reservados en épocas de bonanza, moderando el consumo.

La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), por su parte, garantiza el suministro de agua de boca para la población, ya que con las herramientas de regulación actuales el margen de agua embalsado aún permite un manejo adecuado de los recursos hídricos. La margen izquierda no tiene por el momento problemas de restricciones de riego, pero en la derecha ya se están limitando, y según UAGA hay serias dudas de que las reservas aguanten hasta el final de la temporada.

La situación no es la peor que se ha conocido, pero es preocupante. Tomando como referencia el embalse del Ebro, entre Cantabria y Castilla y León, habría que remontarse a 1990 para tener peores datos de almacenamiento, aunque en 1991 y el 2002 hubo niveles similares.

Pero la cuestión es que no llueve, y lleva sin hacerlo en niveles adecuados desde abril del año pasado. Esto, unido a las peores reservas de nieve de los últimos cinco años está generando esta situación, en la que el estiaje se adelantó a la primavera. «Que en julio el Ebro esté como está no es extraño, el problema es que ya había sequía en mayo y junio», explicaban fuentes de la CHE.

RESERVAS

A nivel general, los embalses alcanzan, con datos de finales de esta semana, casi un 62% de su capacidad, con 4.689,445 hectómetros cúbicos de agua almacenada. Esto supone un 6,82% menos que el año pasado, y un 6,47% por debajo el periodo de referencia de los últimos cinco. El problema es la desigual distribución.

La falta de lluvias desde la primavera pasada, con solo cuatro ríos de la cuenca en niveles normales de pluviometría (el Aragón, el Cinca, el Ésera y el Nogueras), deja la mayoría de los cauces con entre un 30% y un 50% menos de precipitaciones de lo habitual. Así, según datos de la CHE, el Huerva o el Martín han recibido la mitad de lo que es usual, el Jalón un 35% menos y la cabecera del Ebro, un 30%.

Igualmente ilustrativo es constatar que, de los 22 sistemas regulados (con embalses) que gestiona la CHE, solo 7 están en situación normal, con 6 en prealerta, otros tantos en alerta y 2 en emergencia, según las aportaciones de lluvia; en los no regulados (o mínimamente) aún es peor, con 12 en alerta y 3 en emergencia, como se observa en los mapas.

Esto se está traduciendo en la necesidad de adoptar medidas extraordinarios, comenzando con controles exhaustivos de la calidad de las aguas. Pero también el desembalse de agua de La Loteta, pese a estar en periodo de carga, para nutrir al Canal Imperial (los embalses de La Rioja apenas dan abasto para cubrir sus propias necesidades), O las restricciones para riego e, Las Torcas y Monva en el Huerva y el Aguaviva, o el plan de desembalses extraordinarios de Las Parras.

Pese a todo, el Ebro sigue por encima del caudal ecológico para esta época.