Con la ley que hacía posible el trasvase del Ebro suspendida, con la derrota electoral de mayo aún candente y con un líder nacional cautivo en el Partido Popular, don Gustavo Alcalde lo tenía difícil en su turno en el debate de la comunidad; porque además, la política de centroderecha que viene practicando el Gobierno de coalición PSOE-PAR es muy similar a la que harían los populares. Don Gustavo, menos crispado que otras veces, lo que le hace ganar muchos enteros, se mostró preocupado por la ruptura del pacto de estabilidad y aseguró que se puede provocar un descenso del crecimiento económico, y por la carencia de voluntad política para ejecutar las obras del Pacto del Agua, exigiendo del presidente que garantizara los 6.500 hectómetros cúbicos aprobados en su día. Anunció que el crédito del Gobierno aragonés, ¿alguna vez le concedió alguno?, se estaba agotando, pero acabó su intervención mostrando su disposición a ayudar, "entre todos" dijo, para mejorar esta tierra y se ofreció para llegar a acuerdos de futuro. El portavoz popular no ejerció el papel de opositor feroz e incisivo que algunos esperaban y por ello, don Marcelino, encaramado definitivamente en la dulce medianía que tan buenos resultados le viene dando, ajeno a cualquier concreción que le pueda comprometer más adelante, seguro de tener en sus manos todos los triunfos, se limitó a asegurar que cumpliría lo firmado. Sólo faltó que los señores Alcalde e Iglesias se besaran; claro que en ese caso el vicetodo Biel no les hubiera dejado; menudo es.