Mariano Rajoy va a salir del Gobierno de una manera que nunca imaginó. En estos últimos años, un miedo caló en el Palacio de la Moncloa: dejar el poder corriendo y por la puerta de atrás debido a los numerosos escándalos destapados en las filas del PP. Y va a ser así. Ese temor se expresó en los círculos de confianza, según explican algunos de los que detectaron el desasosiego del matrimonio.

El político gallego (Santiago de Compostela, 1955) vive una situación política muy delicada que solo es comparable a la que experimentó en 2008, cuando, por segunda vez, perdió en las urnas frente a José Luis Rodríguez Zapatero y dudó si debía seguir. En los meses siguientes, Rajoy consiguió frenar el amago de Esperanza Aguirre de querer disputarle el liderazgo en el congreso de Valencia y conformó un grupo de colaboradores de confianza que le han acompañado hasta este viernes, cuando se ha convertido en el primer presidente tumbado por una moción de censura. María Dolores de Cospedal (secretaria general del PP), Soraya Sáenz de Santamaría (vicepresidenta), Cristóbal Montoro (ministro de Hacienda), Carmen Martínez de Castro (secretaria de Estado de Comunicación)… Todos ellos ayudaron a encumbrar a Rajoy y ahoran han visto cómo ha caído en tiempo récord y, en su opinión, de manera «injusta», un adjetivo muy repetido este viernes en el Congreso.

Entre 2008 y 2011, el dirigente popular se dedicó a fortalecer el partido y a viajar por el territorio. Se volcó en las autonómicas gallegas de marzo de 2009 y Alberto Núñez Feijóo cosechó una mayoría absoluta que la disfrutó casi como propia y le sirvió de acicate para su liderazgo. Le hacía falta una buena noticia porque en esas fechas acababa de explotar el caso Gürtel que, nueve años después, ha sido la principal razón de su expulsión de la Moncloa.

El 6 de febrero del 2009 había estallado el escándalo, fruto de una investigación del juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, y había caído Francisco Correa. El día 11, Rajoy compareció en la sede principal de Génova escoltado por todo el comité ejecutivo nacional y desplegó la teoría de la conspiración que alimentaron durante años. «Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP», declaró el ahora presidente en funciones para defenderse de las graves acusaciones de corrupción que estaban empezando a hacerse contra cargos de su partido y empresarios con lazos importantes con el PP.

En aquella comparecencia, los conservadores iniciaron su campaña contra el entonces ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, que días antes había salido en la prensa en una fotografía junto a Garzón en una cacería. Fue el final para los dos. Primero para Bermejo y, tiempo después, para Garzón, al que recusaron. Aquella cacería dio munición a los populares para conformar su estrategia de la conspiración. Durante dos semanas, todos sus dirigentes repitieron una y otra vez que en aquella excursión se había urdido «la trama contra el PP». Como maniobra para conseguir los objetivos que se había marcado Rajoy, impecable.

Mayoría absoluta

El presidente de los populares consiguió convivir con la Gürtel y pasó un primer examen clave en el que los electores se lo perdonaron: las municipales y autonómicas del 2011. En las primeras ganó al PSOE por 10 puntos de media y, en las segundas, se impuso en 10 de las 13 comunidades que votaron. El colofón llegó el 20 de noviembre cuando venció en las generales y superó incluso la marca de José María Aznar al sacar 186 escaños.

Ahora, Rajoy tiene ante sí un PP que ha perdido los resortes del poder (ministerio fiscal y medios de comunicación, incluidos) y que está doblemente deprimido: no solo por la salida abrupta de la Moncloa sino también por todas esas otras sentencias sobre escándalos que llegarán en los próximos meses mientras en el horizonte luce el cartel de «municipales y autonómicas en mayo del 2019».

En los próximos días, Rajoy no tendrá ni un minuto de descanso y deberá recolocar numerosos cargos del Gobierno en puestos del partido, la única estructura de la que ahora dispone para defender su ideario. También decidirá qué papel quiere tener él a partir de ahora estos próximos meses y en un PP que debe rehacerse por completo. Algunos incluso defienden cambiar de sede (Génova) y hasta de logo (charrán).