Conscientes de que los tiempos han cambiado, el PSOE hace conciencudos esfuerzos por aparentar que ha aprendido la lección y pretende recuperar de la ciudadanía lo que perdió durante años de distanciamiento popular y decisiones equivocadas tomadas en despachos. Aunque todavía tiene que purgar parte de sus decisiones erróneas y no termina de olvidar su voluntad de decidir en reuniones semicerradas las decisiones reales, Sánchez estrenó ayer un formato asambleario que fue demasiado perfecto para parecer una asamblea verdadera.

Cierto es que se expuso al examen ciudadano y apenas escatimó respuestas (salvo alguna extemporánea y alguna otra que quizá olvidó deliberadamente). Otra cosa es que pudiera profundizar en sus intenciones futuras o cayera en más de una ocasión en el eslogan que tenía que ofrecer (de hecho, utilizó frases literales pronunciadas con anterioridad en otras entrevistas y citas públicas). Sánchez se mostró seductor y manejó el escenario hábilmente, acompañado por su agraciado aspecto físico que no pasó desapercibido para casi nadie. Fue cercano con quien se le acercó y no paró de hacerse fotografías, algo que le persigue allá donde va. En su empeño por mostrarse cercano invitó a diversos asistentes a que le expusieran en privado sus inquietudes o profundizaran en algunos aspectos que le habían preguntado y que no conocía bien.

Asistió la plana mayor del PSOE aragonés. Prácticamente todos, empezando por el secretario general, Javier Lambán. Los rostros de los dirigentes públicos no eran precisamente los de la renovación, pero los socialistas se han tomado tan en serio que tienen que cambiar que ayer escenificaron uno de los primeros pasos hacia ello.