El ambiente estaba tranquilo la tarde de ayer en el Aeropuerto de Zaragoza, no parecía un día de huelga y sin embargo, lo era. Dos jóvenes con su madre rompían la calma. Delante del mostrador de Ryanair protestaban por la cancelación de su vuelo a Milán que debería haber despegado en el día de ayer a las 17:50. «Es una vergüenza, entiendo la huelga pero siempre que se notifique con antelación», decía Natalia Sánchez, profundamente cabreada por haberse enterado de la anulación en el panel de salidas. La familia, además, se desplazaba desde Navarra paradisfrutar de sus vacaciones que ahora estaban en el aire ya que la compañía no paga la reubicación en un vuelo de otra aerolínea y solo les ofrecía la opción de viajar a Londres. «Si no nos pagan nada, denunciaremos, por supuesto», aseguraba Rocío Fernández mientras seguía buscando otro vuelo que las llevara a Milán ya que «teníamos noche de hotel y visita guiada mañana»(por hoy). Son las afectadas por la huelga que en el aeropuerto de Zaragoza solo afectó sin previo aviso a los viajeros que como ellas se dirigían a Italia o que volvían de pasar unos días allí ya que los de Palma de Mallorca se anularon hace varias semanas.

Caras largas y tristes que contrastaban con la felicidad en los rostros cuyo vuelo despegaba en pocos minutos. Como el de Estzer Veg-Dudas, que volvía a Londres después de unas vacaciones con sus amigos en la comunidad aragonesa. «Tengo una escala y esta también se mantiene. Así que muy bien» señalaba mientras cerraba la maleta repleta de productos típicos de Aragón como vino del Somontano o embutidos varios que se llevaba como recuerdo de la estancia. A pesar de ello, reconocía que estos días había estado «muy preocupada».

Calma entre los viajeros

No le pasaba a lo mismo a Laura Witrago que no había estado nerviosa porque «era el único vuelo desde aquí y no he pensado que lo fueran a cancelar», aseguraba mientras se disponía a embarcar de vacaciones a la ciudad donde vive su padre, la capital inglesa.

Una familia de ingleses aguardaba la hora de su embarque, tranquilamente sentada en la sala de espera. Volvían después de unos días de vacaciones en la capital aragonesa. No estaban preocupados debido a que «nuestros horarios no son muy apretados» pero sí que lo estaban por los demás pasajeros porque «las noticias eran alarmantes». «Unas veces se viaja bien y otras no», señalaba Susumu, el padre de la familia.

Los rostros apesadumbrados asomaban de nuevo pero por otras razones en el recibimiento a los viajeros que volvían de Londres, sus vacaciones se habían acabado y tocaba regresar a la rutina. Carmen Landa reflejaba que su familia en Zaragoza estaba más preocupada que ella misma con sus hijas en la capital inglesa. No obstante reconocía con una sonrisa que las pequeñas sí que se habían inquietado un poco.

Al dirigirse a la salida del aeropuerto exclamaba en tono de broma que «no se puede hacer huelga en julio, no se puede hacer huelga cuando viajamos nosotras». Una huelga de la que aún queda mañana.