Una cosa es lo que debe ser, los criterios que se tendrían que seguir a la hora de adquirir un juguete, y otra muy distinta es lo que es, lo que de verdad pesa en el momento de hacer la compra. En este punto, tanto el psicopedagogo Juan Antonio Planas como la vendedora de juguetes Isabel Cebrián coinciden en que la televisión sigue mandando.

Planas también destaca que "la presión social, lo que los niños ven en su entorno, en sus amigos, es lo que ocupa el segundo lugar. Y, posiblemente, impera más el deseo de los hijos que el de los padres. Pero eso no lo veo mal porque los juguetes tienen que ser los que más les apetezcan a los niños. Eso sí, hay que combinar distintos tipos, como las muñecas, con otros más educativos".

Cebrián destaca que "la publicidad y las series son lo que más influye a la hora de optar por un regalo u otro. La gente viene a la tienda con las fotografías de los juguetes que han visto en pantalla", afirma.

Aprender a ser mayor

Pero Planas advierte de que "los juguetes no tienen por qué ser mejores por ser más caros ni por salir en televisión ni por estar de moda. El criterio principal es que deben servir para jugar y para interrelacionarse con otros niños. Porque su función es, sobre todo, que el chico aprenda determinados roles sociales y a imaginarse cómo será el futuro".

Por lo tanto, este psicopedagogo sostiene que "un juguete muy tecnificado, tipo robot, con el que el niño no interacciona, acaba siendo aburrido para él". Sin embargo, otro "que no sea muy sofisticado pero que implique unas reglas de juego y que permita desarrollar la imaginación y la creatividad" ayudará al menor "a desarrollar sus habilidades sociales, pero también otros elementos muy importantes en el proceso de formación de la personalidad, como la innovación o la creatividad".

Unos ejemplos de regalos sencillos pero pedagógicos serían los juegos de construcciones, los de experimentos... En definitiva, "los típicos de toda la vida como el parchís, la oca o los juegos de estrategia", expone Planas. Por lo tanto, lo que importa, más que el juguete, es el juego que este pueda proporcionar.

De hecho, en la tienda de Isabel Cebrián siguen triunfando esos "clásicos que nunca pasan, como los puzzles. Sobre todo los nuevos en tres dimensiones, que se están vendiendo muy bien". Tampoco "las cocinitas, los juegos de mesa y los muñecos más clásicos pasan nunca de moda".

Aunque este es el consejo de los expertos, quizás la sencillez no es precisamente lo que más valoran los pequeños a la hora de escribir su carta a los Reyes. Pero Planas insiste en que "si el juguete es muy sofisticado, al principio le hará mucha ilusión al niño pero si no le permite interaccionar, al final, le resultará aburrido. Por eso tienen tanto éxito las videoconsolas y los juguetes en los que la persona interviene más activamente".

Precisamente en esas altas dosis de interactividad es donde este psicopedagogo cree que reside el éxito de los juegos informáticos, "porque permiten, además de superar una determinada puntuación, desarrollar ciertas habilidades como las espaciales, o incluso de capacidades escolares".

Por eso, el componente educativo del juguete es el otro factor a tener en cuenta porque "es a través del juego como se educa a los niños", asegura. "Por eso son importantes los juegos sociales con los que el chico aprende a respetar su turno, a que a veces se gana y a veces se pierde --a gestionar la frustración-- a planear estrategias, a aprender reglas... Y los que les permitan interaccionar con el medio ambiente, como los juegos deportivos". En definitiva, el juguete debe educar pero, sobre todo, divertir.