La jornada de ayer se presentaba muy dura para la familia del joven desaparecido en el Ebro. Desde primera hora de la mañana, familiares y amigos de Luis Iván G. D. aguardaban en la orilla del río mientras los equipos de bomberos peinaban la zona en busca del cuerpo del adolescente. Esperaban con resignación una señal que apacigüara, en cierto modo, la frustración que sienten por su pérdida.

Refugiada bajo la sombra de un árbol y a pocos metros de la orilla, la madre del joven se mostraba desconsolada. El llanto podía con ella y con los suyos, que se refugiaban los unos en los otros para superar el mal trago. Su pequeño ha sido la última víctima de un río traicionero y cuya fuerza es menospreciada en ocasiones. "El y yo sabíamos nadar pero la fuerza del agua... aun sabiendo nadar no podíamos volver a la orilla", explica Jonathan, el compañero que se bañaba con la víctima en el momento de la tragedia.

Los chicos, que ayer desfilaban tristes por la orilla del río, rondaban habitualmente el lugar, pero en esta ocasión los juegos dejaron paso a la impotencia. "La corriente se lo estaba llevando. Intentamos venir a la orilla, pero cuando me dí la vuelta, ví que estaba tragando agua y que no conseguía llegar a la orilla. De repente, dijo que se ahogaba y ya no salió más".

Desde ese momento, las lanchas y los buceadores emprendían una desesperada búsqueda sólo interrumpida cuando la falta de luz no permite trabajar. "En esta zona el río presenta cinco metros de profundidad y aunque la corriente es escasa, casi no hay visibilidad, por lo que es muy difícil buscar por la noche", señalaron fuentes del cuerpo de bomberos.

El río no cede y se resiste a devolver el cuerpo del chico a una familia que demuestra frente al río, bajo el sol, el cariño que sienten por su pequeño. Todos juntos se arropan con el recuerdo de Luis Iván, un niño que disfrutaba con sus amigos y al que, sobre todo, "lo que más le gustaba era el boxeo. Creo que hasta estaba apuntado a un gimnasio", explica emocionado un familiar de la víctima.