El terrorismo yihadista atacó ayer el corazón de Barcelona. Una furgoneta invadió a gran velocidad la zona peatonal de la Rambla poco antes de las 17.00 horas. Los Mossos d’Esquadra confirmaron que fue un atentado terrorista, que se atribuyó horas después el Estado Islámico.

La acción mató a 13 personas y dejó casi un centenar de heridos, algunos de ellos muy graves. Es el peor ataque terrorista que se ha vivido en España desde el 11-M del 2004, cuando diversas explosiones segaron la vida de casi 200 personas que viajaban en trenes de cercanías de Madrid. Barcelona acababa de recordar los 30 años del atentado de Hipercor, en el que murieron 21 personas.

El macabro atropellamiento provocó al instante que el teléfono de emergencias del 112 entrara en ebullición. Los que llamaban, en estado de choque, describían como podían la secuencia de un vehículo grande que había invadido la zona peatonal del paseo más famoso de Barcelona embistiendo sin clemencia a todos los que paseaban por allí. Hablaban de características idénticas a varios de los atentados yihadistas sufridos en ciudades como Niza, Berlín o Londres recientemente.

CUERPOS EN 600 METROS

El atropellamiento dejó muchos cuerpos tendidos sobre la Rambla, extendidos a lo largo de 600 metros. La furgoneta embistió con tal violencia a los ciudadanos que algunos salieron literalmente volando. El estado de salud de 15 de las personas trasladadas a hospitales con vida es muy grave.

Cuando las primeras patrullas policiales atendieron la emergencia localizaron una furgoneta en la Rambla casi a la altura del Liceo. Estaba vacía. No había nadie en su interior. El conductor, que viajaba solo, abandonó el vehículo desarmado y huyó a pie. Al cierre de esta edición, seguía fugado.

En ese instante, el Sistema de Emergencias Medicas estaba mandado a todas las ambulancias disponibles para inundar de auxilio médico la zona. Los Mossos, en colaboración con la Guardia Urbana de Barcelona, activaron un dispositivo policial para buscar al conductor.

Los policías tenían que simultanear la tarea de abrir un perímetro de seguridad tan grande como resultara posible mientras buscaban al terrorista. Había agentes corriendo en todas direcciones, algunos con la pistola en la mano. Otros pedían a gritos a la gente que controlara la curiosidad que sentía y que se fuera porque corría «peligro».

El dispositivo policial Jaula vació la Rambla en pocos minutos. Poco a poco la zona de seguridad se expandió a ambos lados de la arteria barcelonesa, invadiendo las calles adyacentes del barrio del Raval y del Gótico. Eran instantes tan confusos que cualquier grito, cualquier ruido desconocido, provocaba una estampida porque el miedo se contagiaba entre los ciudadanos.

El Major de los Mossos, Josep Lluís Trapero, reveló pasadas las 23.00 horas que vinculan la explosión de la madrugada del jueves en Alcanar con los autores del atentado. La conexión se estableció gracias a una documentación recuperada durante la investigación de una deflagración que pulverizó la vivienda de esta población y mató a una persona e hirió gravemente a otra. Tras el hallazgo, los Mossos se dirigieron al hospital para interrogar al herido, un hombre de Melilla. Este se negó a declarar y quedó detenido.

El otro arrestado es Driss Oukabir, un hombre marroquí a nombre de quien se había alquilado la furgoneta con la que se ha perpetrado la matanza. Este hombre cuenta con antecedentes penales y estuvo interno en la prisión de Figueras, durante un mes, por un delito de abusos sexuales.

Paralelamente, los Mossos abatieron en Sant Just Desvern al conductor de un Ford Focus blanco que se saltó un control policial en la avenida Diagonal. El hombre, español, atropelló a dos agentes y fue interceptado poco después. Falleció a causa de los tiros que se dispararon para detener el vehículo. Este incidente, de momento, no guarda ninguna relación con el atentado.

El dispositivo policial obligó a cerrar bares y comercios. El despliegue policial atrapó a muchos clientes que se habían refugiado en los bares. Los Mossos fueron entrando uno a uno, armados con subfusiles de asalto y con la cara encapuchada, a comprobar que el conductor asesino no se hubiera escondido allí dentro. Una vez se aseguraba un establecimiento, los agentes los acompañaban hasta el exterior del perímetro de seguridad. Más de uno, al cruzar el cordón policial, rompía a llorar.

El ataque desató una ola de solidaridad. Voluntarios que acudieron a donar sangre, vecinos que ofrecieron su casa, centenares de profesionales de los servicios públicos que interrumpieron las vacaciones para echar una mano. En los grupos de Whatsapp se vivió un recuento virtual entre comunidades de amigos. «¿Estáis todos bien?».

En el barrio barcelonés de Gracia, no solo las fiestas fueron canceladas como muestra de dolor y respeto, sino que el barrio quedó silencioso como una tumba. Igual que toda la ciudad.