Cuando la respuesta contra la corrupción es laxa políticamente y lenta judicialmente acaban produciéndose situaciones como la vivida ayer en la comisión parlamentaria que investiga las presuntas irregularidades en las obras de Plaza. El denunciante del caso, Francho Chabier Mayayo, vació el costal y sugirió ante los diputados que además de en el polígono logístico, los comportamientos presuntamente delictivos de los directivos de Acciona en Aragón pudieron producirse en otras obras públicas como el tranvía. Convendría preguntarse por qué se ha llegado al punto de que obtenga mayor repercusión y presunción de verosimilitud la denuncia de un despechado que los mecanismos públicos para garantizar la limpieza en la ejecución de los proyectos públicos. La explicación la han dado en sucesivas comparecencias en las Cortes los responsables de la Intervención o de la Cámara de Cuentas, que aseguran que carecen de herramientas de prevención y garantías. El ciudadano penitente, en tiempos de vacas flacas, ve como pecado mortal y causa general lo que apenas percibía como veniales fruslerías cuando las reses pastaban en la abundancia.