No hay nada mejor que acudir a una rueda de prensa de los militares polacos en su base de Babel, en la antigua Mesopotamia, para darse cuenta de que la coalición internacional forjada por EEUU en Irak es una nueva versión, en uniforme militar, de la torre de Babel. Los polacos comandan una división multinacional a cargo del centro-sur del país formada por 9.000 militares de 21 países, entre ellos España, Ucrania, Bulgaria y Tailandia. En la base, la preguntas y las respuestas oficiales se formulan en ruso; la precaria comunicación con los soldados, en inglés. Y si hay algún mando español, se echa mano del viejo castellano.

Unos 161.000 soldados de 35 países forman oficialmente esa torre de Babel militar. A ellos hay que añadirles fuerzas especiales y otras unidades que no aparecen, por motivos de seguridad, en las estadísticas, y los continuos relevos en los contingentes. Por todo ello, la cifra exacta de soldados extranjeros en Irak es difícil de precisar.

Arrogancia y discreción

Viajar de sur a norte desde la frontera con Kuwait hasta Kirkuk permite observar los diferentes tipos de material, actitud y aptitud de esta coalición. No es lo mismo la coreografía de helicópteros Black Hawk de EEUU entre los palmerales de Tikrit que el precario chaleco antibalas de los soldados nepalís que custodian el puerto de Um Qasar. Es bien distinta la arrogancia con la que los italianos cortan las calles de Nasiriya --sobre todo tras el atentado contra su base--, del perfil bajo --como si no quisieran molestar-- con el que los españoles patrullan las calles de Diwaniya.

En la posguerra, la zona de los británicos (el sur, con base en Basora) ha sido más tranquila que el centro-sur (bajo control polaco) o el centro-norte suní, responsabilidad de EEUU. ¿Por qué? De entrada, era una zona más fácil. Basora y sus alrededores fueron muy castigados por Sadam y no son el centro de poder de los shiís. No tiene el resentimiento del triángulo suní ni la impaciencia de Nasiriya, Kerbala o Nayaf. Además, comparados con los estadounidenses, los británicos cuentan con la historia --de forma directa o indirecta controlaron Irak desde la primera guerra mundial hasta la caída de la monarquía en 1958-- y la experiencia de Irlanda del Norte y de los Balcanes.

No se sabe qué hubiera ocurrido si los británicos se hubieran desplegado en el triángulo suní. Tal vez les hubiera sucedido lo mismo que a los estadounidenses --más o menos temidos, más o menos amables, los militares son vistos como ocupantes--, pero habría habido menos fricciones. Los británicos han demostrado conocer mejor la cultura iraquí y han adoptado políticas correctas, como no tratar con la población con casco, chaleco y armas. Los soldados se pertrechan según las circunstancias, mientras que los estadounidenses, en el mejor de los casos, primero apuntan y luego preguntan.

Ganar mentes y corazones

Los británicos han acuñado la "estrategia de ganarse las mentes y los corazones de los iraquís". En la guerra de los detalles, tan importantes, los soldados de Su Majestad ganan por goleada a sus colegas estadounidenses, tan maleducados y prepotentes en la mayoría de sus contactos con la población iraquí.

En un interrogatorio del que fue testigo este periodista en Um Qasar, los soldados británicos se quitaron las gafas de sol y el casco, mientras que la actitud habitual de los estadounidenses es escudarse tras las gafas y mascar chicle. Los británicos pidieron la ayuda de un traductor. Los estadounidenses, de entrada, dan órdenes en inglés --como si fuera el idioma de Irak-- y es más tarde cuando ladran a su traductor, que suele imitarles en lo del chicle y las gafas, además de llevar la gorra de béisbol de turno.

Disgusto con los polacos

En Kerbala, la población se siente a disgusto con los polacos; en Diwaniya, antes de la rebelión de Moktada al Sadr no había especiales quejas de los españoles; después, hay quien incluso añora a los estadounidenses. Los centroamericanos de la Brigada Plus Ultra son perfectos desconocidos, destinados en la mayoría de los casos a labores de guardia en los cuarteles.

Fueron a Irak a "reconstruir y pacificar", y ahora se encuentran una rebelión que los mantiene acantonados en sus cuarteles y que, en algunos casos, ya ha supuesto derrotas, como la retirada ucraniana de Kut. Como escribió Lawrence de Arabia, "hacer la guerra contra una insurrección es tan engorroso como tomar sopa con un cuchillo".