El verano levanta las barreras a la contratación y, como cada año, miles de jóvenes, el colectivo más afectado por el paro, se afanan en sus nuevos trabajos, deseosos de foguearse en la vida real, demostrar que son útiles y de paso ganar un buen dinero con el que afrontar sus gastos personales y, en no pocos casos, pagarse la matrícula del curso siguiente. Porque la crisis acabó hace tiempo con las holguras y quien más, quien menos, necesita ingresos para seguir estudiando, para defender cierta independencia o incluso para dar un respiro a la economía familiar.

Elisa Arrudi (25 años, graduada en comunicación audiovisual) se soltó hace años cuando su padre la mandó fuera de casa junto a su hermano a trabajar a una venta de El Portalet. "Eso te familiariza con la vida real", resalta. Desde aquel verano, sube todos los fines de semana y puentes a trabajar en el hotel familiar Socotor. "Aunque mi idea es dedicarme al márketing, voy a seguir ayudando en el hotel porque lo siento como propio", señala.

Aprieta el calor y España se reafirma en su condición de país dedicado al sector servicios. El turismo y la hostelería impulsan el descenso del paro (122.864 personas menos en junio). En Aragón, la empresa de soluciones de recursos humanos Randstad calcula que este verano se crearán 18.974 contratos temporales, la mayoría camareros, auxiliar de limpieza de cocina, vendedores, monitores lúdicos, transportistas y teleoperadores. En junio, más de un tercio de los contratos indefinidos y de los temporales fue a jornada a tiempo parcial.

Mientras prepara el trabajo final de carrera de Trabajo Social, Elena Simorte (22 años), ha encontrado trabajo hasta noviembre en una potente cadena textil. "Vivo en Zaragoza con mi hermano y es una forma de conseguir cierta independencia". Es su primera experiencia en el comercio. Antes ya había trabajado cuidando niños, en una lavandería y hasta pesando tractores en el pueblo. "Trabajando aprovecho más el tiempo cuando estudio. Es una forma de cambiar de aires y no agobiarte", dice.

SEGMENTACIÓN Esta gran demanda estacional de puestos de trabajo de escasa cualificación viene a paliar temporalmente la delicada situación de los jóvenes menores de 25 años, que según la última EPA, correspondiente al primer trimestre del 2014, soportan una tasa de paro del 54,2%. "Los grandes afectados por el desempleo son los jóvenes", señala Mari Pau Klose, profesor de sociología en la Universidad de Zaragoza, quien apunta una "segmentación del mercado de trabajo" por la que las empresas, con la crisis, han reducido sus plantillas no renovando a muchos jóvenes con contratos temporales. Esa situación lleva a apretar las tuercas a los nuevos.

A Jessica Alonso (21 años) le falta únicamente presentar el proyecto para terminar Relaciones Laborales y Recursos Humanos. Dedica 5 horas por la mañana en una gestoría y estos días de rebajas trabaja a destajo en una tienda de ropa juvenil. "El otro día hice 9 horas y llevo dos jornadas doblando el turno. Cuando llego a casa no me puedo ni mover. Es un poco abuso", comenta. Acaban de renovarla una semana más: "Es un trabajo muy físico y yo tengo mucho nervio", asegura. Klose identifica esta deriva con la "teoría del palo y la zanahoria". Según esta, "la zanahoria es la promesa del empleo estable, tener un contrato indefinido. Gracias a esa zanahoria, se aplica el palo y la gente está dispuesta a asumir condiciones precarias". Apunta una idea: "Esta estrategia empresarial encuentra la complicidad de los trabajadores que disfrutan de una posición segura. Los jóvenes les sirven de colchón".

LOGÍSTICA Según el informe de Randstad, la banca y el sector industrial también contratarán un buen número de personal para actividades de logística y distribución. Jesús Gascón, miembro del comité de empresa de BSH por el sindicato CCOO, conoce bien ese trasiego de estudiantes en verano: "Muchos vienen a la cadena para pagarse las matrículas del curso siguiente. Disfrutan de las mismas condiciones laborales que el resto y, en algunos casos, el hecho de verse con 1.100 euros o 1.200 euros en el bolsillo todos los meses les tienta a tratar de compatibilizar estudios y trabajo", cuenta.

La independencia y la satisfacción que proporcionan el ganarse la vida es un atractivo del que no se puede escapar. Bien lo sabe Montse Rodrigo (22 años), quien termina este año Periodismo. "Desde que empecé la carrera, con tantos gastos, decidí que trabajaría para pagarme mis caprichos y ahorrar", recuerda. Ha trabajado dando clases particulares, como vendedora en Hollister y, desde hace unos años, como camarera en Point y Mile End. "Ganas tu propio dinero y ya no quieres dejarlo. Disfruto con la presión, hago mejor las cosas. Y saco buenas notas. Me gusta trabajar y estudiar", concluye.