Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE) rebajaron ayer las ambiciones de la futura Constitución en aras del consenso, para permitir un acuerdo final sobre la Carta Magna en la cumbre del próximo jueves y viernes y contrarrestar, así, el desánimo político provocado por la bajísima participación en las elecciones al Parlamento Europeo. La elevada abstención en los comicios europeos planeó sobre la última reunión ministerial de negociación de la Constitución antes de la cumbre.

En Luxemburgo, la presidencia irlandesa de la UE pidió a los estados miembros un esfuerzo para poder concluir con éxito las negociaciones de la Constitución esta semana. El ministro irlandés de Asuntos Exteriores y presidente semestral del Consejo de la UE, Brian Cowen, advirtió que los 25 se juegan "su credibilidad política" si se produce en la cumbre un nuevo fracaso, tal y como sucedió en diciembre pasado.

ADVERTENCIA Cowen señaló que la bajísima participación de los ciudadanos en las elecciones representa "una advertencia". El ministro insistió en que es esencial cumplir las promesas hechas a los ciudadanos y aprobar el viernes la Constitución europea. "Si hay voluntad política, lo conseguiremos", aseguró con optimismo.

El responsable de la política exterior y de defensa europea, Javier Solana, calificó de "malísima noticia" la abstención récord. "O no hemos sabido explicarlo bien o no ha habido una comprensión sobre la importancia de lo que estaba en juego".

"No podemos quedarnos con los brazos cruzados --declaró el ministro español, Miguel Angel Moratinos--. Tenemos que involucrar cada vez más a la ciudadanía para que construya, junto con los gobiernos, el proyecto europeo", añadió. La mejor manera de combatir el desánimo, según el ministro, es aprobar esta semana la Constitución. Moratinos abogó también por recuperar "el espíritu federalista" europeo para devolver la ilusión a los ciudadanos desencantados. En la misma línea, el ministro francés, Michel Barnier, destacó que la elevada abstención "debe animar" a los líderes europeos a superar sus diferencias.

Los ministros de Exteriores lograron en Luxemburgo dar un empujón a las negociaciones de una cincuentena de cuestiones aún abiertas, aunque a costa de rebajar las ambiciones iniciales. Los ministros aceptaron mayoritariamente mantener los vetos nacionales en una serie de áreas importantes, como cooperación judicial, seguridad social, fiscalidad y política exterior, que reclamaba Gran Bretaña.

España aceptó la nueva formulación restrictiva y los mecanismos de "freno de emergencia" que podrán bloquear una mayor cooperación judicial en la UE cuando un país lo pida (esto es, que si al final no hay acuerdo queda la puerta abierta para que un núcleo de países pueda realizar una mayor integración).

Los países más europeístas, como Bélgica, Francia y Alemania, también parecían resignados a rebajar sus planteamientos, mientras el ministro británico utilizó la abstención como argumento para defender sus posiciones nacionales.