Empieza un año político marcado sin duda por la convocatoria electoral de mayo, en la que un millón de aragoneses están llamados a decidir su Parlamento autonómico y sus ayuntamientos. También a sus representantes europeos y falta por saber si en este 2019 también habrá un adelanto electoral para renovar el Congreso de los Diputados.

Pero de momento, la única certeza es que en mayo hay una cita electoral en un escenario político muy abierto y en el que el ruido procedente de Madrid altera cualquier previsión y distorsiona la realidad política de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, especialmente de grandes ciudades como Zaragoza.

El antecedente de las elecciones en Andalucía ha alterado todas las previsiones que dibujan un Parlamento aragonés en el que no se esperaban grandes terremotos ni variaciones. Eso sí, como casi siempre en las elecciones autonómicas, el capricho de las sumas de fuerzas podría decantar el Gobierno autonómico, por un escaso margen de votos, a un lado o hacia el otro. O suma de fuerzas progresistas o suma del bloque formado por PP, Ciudadanos y PAR.

Calibrar los apoyos

Sin embargo, la irrupción de Vox en Andalucía y una ola a favor de esta formación hace tambalear cualquier especulación. Nadie puede intuir cuál será la dimensión de este fenómeno de extrema derecha que ha conseguido atraer al 11% del electorado y ha sido pieza clave para que el PP y Ciudadanos puedan alzarse con el poder. En Aragón, es prácticamente imposible adivinar si ese porcentaje de apoyos será mayor o si, por el contrario, su incidencia postelectoral resultará menos decisiva. Por si acaso, en Aragón Ciudadanos y PP (salvo en el caso de la candidata a la Alcaldía de Huesca, Ana Alós, que ya ha respondido que no tendría inconveniente en apoyarse en Vox para gobernar) aplazan cualquier declaración sobre un partido que miran de reojo y que, si entrara en las Cortes, cambiaría sin duda la tradicional forma de relación política entre los grupos parlamentarios. Pactos nuevos para tiempos nuevos. Y confusos.

Las confluencias

Sí se producirá otro hecho histórico, y es que por primera vez habrá una gran confluencia de izquierdas que saldrá fruto de la suma de fuerzas entre Podemos e Izquierda Unida. Las primeras semanas del 2019 serán decisivas para que se dé forma a esta confluencia y se configuren programas y candidaturas. Ambas fuerzas llevan trabajando en ello toda esta legislatura, y ha llegado el momento de que ambas converjan. En cualquier caso, de nuevo Andalucía -comunidad en la que la experiencia de concurrir de forma unitaria ya se ha producido- vuelve a poner nuevas incógnitas. ¿La suma de formaciones de izquierdas sirven para aumentar? ¿O por el contrario el elector progresista no ve con buenos ojos esas alianzas programáticas y opta por la abstención o incluso por rocambolescos cambios de votos? Estas preguntas están llevando de calle a numerosos analistas y politólogos. Y hay versiones para todos los gustos.

Frente a esta alianza, está un PSOE que hasta hace bien poco consideraba que resistiría los embates y podría mantener su hegemonía dentro de la izquierda con la fuerza necesaria como para revalidar un Gobierno en el que ha contado con CHA y ha tenido los apoyos externos de Podemos e Izquierda Unida. Pero el PSOE sigue siendo un partido en el que colisionan continuamente dos formas de entender la gestión de los conflictos territoriales, algo que condicionará la acción política de los próximos meses.

Frente a estos dos bloques que optan a dibujar a partir de mayo un Aragón distinto, con modelos fiscales diferentes, con una forma de gestionar los servicios públicos distinta y con estilos bien diferenciados, existe también la incertidumbre de saber cómo soportará el aragonesismo político unos tiempos en los que el debate territorial está generando extremos. El conflicto en Cataluña está dejando también muchas heridas fuera de esta comunidad, generando pulsiones recentralizadoras y exacerbados sentimientos nacionalistas españoles que pueden pasar factura al PAR y a CHA. Más allá de la gestión que uno y otro han hecho esta legislatura (los primeros en la oposición y los segundos desde el Gobierno), habrá que estar atentos a ver cómo resisten un vendaval que aunque no va con ellos, les puede afectar. Porque, en realidad, la convulsión política -en la que el ruido está dejando entrar poco en el debate sustancial- está perjudicando a todos.

Por lo demás, el 2019 seguirá siendo el año en el que continúen las eternas demandas en infraestructuras o en cuestiones que han sido centrales durante esta legislatura, como el retorno de las obras de arte aragonesas que están de forma irregular en Cataluña. Ambos asuntos seguirán copando parte de la actualidad informativa. Y ambos darán noticias. Incluso estas pueden ser buenas. En lo relativo a infraestructuras, la rehabilitación del Canfranc parece un hecho irreversible e impensable hasta hace bien poco, y este mismo mes la Comisión Europea corregirá el error de excluir como prioritaria la conexión del tramo Sagunto-Zaragoza en el corredor mediterráneo. Y los tribunales seguirán despejando incógnitas sobre la legitimidad aragonesa para reclamar su patrimonio. Este año habrá noticias al respecto.