«Lo mejor que se puede hacer por estos edificios (en desuso) es conseguirles un uso para frenar su deterioro. Y si se puede poner a disposición de los ciudadanos dándole una utilidad pública, mejor». Las palabras de la jefa del servicio de Talleres y Brigadas del Ayuntamiento de Zaragoza, Gloria Tuesta, definen a la perfección el leit motiv de una labor tan importante como es el cuidado y supervisión de todos los edificios en desuso de la capital aragonesa. Esta especie de UVI del patrimonio del consistorio en la que cada año entran nuevos pacientes y ahora parece que también salen otros.

Tuesta cuenta con una plantilla de «unos 120 trabajadores» que contribuyen cada año a darle «mimo» a estos inmuebles, con todas las limitaciones que pueda dar una partida económica de solo 50.000 euros que se dedican, principalmente, a la compra de materiales o, en caso de intervenciones de más calado (por ejemplo, para trabajar en altura por daños en las cubiertas), contratar a empresas especializadas que atiendan la urgencia. Son los médicos de esta unidad de cuidados paliativos en la que saben que cada achaque en un inmueble siempre sale más caro que un buen diagnóstico.

«Lo que hacemos es valorar el estado de conservación del edificio con revisiones rutinarias de carácter anual y, salvo que haya alguna denuncia o alerta de una incidencia, se atienden con un mantenimiento rutinario que incluye ver si hay humedades, si la estructura se conserva en buen estado o hay una acumulación excesiva de suciedad o si se han colado palomas», relata Tuesta, quien tomó los mandos de la jefatura el año pasado.

A su cargo hay albañiles, carpinteros, herreros, pintores... Un largo etcétera de profesionales experimentados que, además de esta misión, también atienden otras incidencias que se produzcen en los equipamientos y sedes administrativas del consistorio. «Igual arreglamos un picaporte que hacemos una revisión de un inmueble en desuso», expone la jefa de servicio, quien remarca que «estos edificios pueden estar vacíos, pero no están abandonados». Porque para eso están ellos.

Su recompensa es ver que instalaciones municipales sin un uso hoy gozan de buena salud y que el ayuntamiento se plantea devolverlos a la vida. Mientras, aseguran que su labor callada durante años «en el mercado costaría cuatro veces más». Son recursos propios los que el ayuntamiento dedica a que al menos alguien los vigile mientras la política les da la espalda durante años. La misma que luego se pelea por apuntarse el tanto de su revitalización, con proyectos más o menos ambiciosos, que no reconoce a quienes, durante el olvido, les ha mantenido a salvo. En la UVI del patrimonio.