Los atractivos con los que Zaragoza celebra el día de su patrón no se limitan a la plaza del Pilar, ya que es uno de esos días en que los museos e instalaciones culturales de la ciudad abren sus puertas gratuitamente a los ciudadanos, que también pudieron disfrutar de música en las plazas céntricas.

Entre las actividades más anheladas estaba la visita a Casa Solans, que como en los últimos años recibió a los curiosos que querían conocer sus entresijos. Este año tenía el aliciente de que ya ni siquiera alberga el Secretariado del Agua de las Naciones Unidas, por lo que está habitualmente cerrada. Y pese a la inquietud vecinal, aún no tiene destino concreto.

Pero, mientras se decide su futuro, ayer los zaragozanos pudieron conocer su pasado, a través de visitas teatralizadas. Unos recorridos tan demandados que, según comentaban los organizadores a los que se tenían que quedar fuera (la mayoría de plazas eran de reserva previa), podrían repetirse para la Cincomarzada, como novedad.

Magia e historia

De la mano del mago Howard Thurston, ilusionista de fama mundial al que el industrial harinero Juan Soláns invitó a inaugurar su lujoso palacete, los visitantes pudieron conocer la historia de esta villa de estilo eclecticista que su dueño, en realidad, nunca llegó a habitar. En los cinco años que transcurrieron hasta su muerte, en 1926, solo hizo visitas ocasionales.

El capataz de la harinera de Soláns, otro de los anfitriones de esta visita -tras un salto mágico en el tiempo hasta el año 1945-, explicó cómo la viuda, Rafaela Aísa, no quiso habitar la casa pese a los múltiples reclamos que el industrial introdujo en el diseño del arquitecto Miguel Ángel Navarro. Desde el escudo que puede verse desde fuera del palacete, que no es el de los Soláns, sino el de los Aísa de Farasdués, hasta los embaldosados del suelo con diseños de las labores de costura que tanto le gustaban.

Sin embargo, en un último acto de amor, acabó por habitar en la casa tras la muerte de su marido hasta la suya, ya en los años 60 del pasado siglo, cuando la casa pasó a su sobrino.

Con la magia del viaje en el tiempo (y del teatro), los asistentes pudieron comprobar los múltiples elementos que combina la arquitectura eclecticista, desde el mudéjar al modernismo, pasando por el gótico. Vieron los artesonados de los techos, imitando los de los palacios aragoneses del siglo XVI.

Y sobre todo pudieron conocer cómo esta joya del patrimonio zaragozano estuvo a punto de desaparecer, por la desidia de la inmobiliaria que la acabó adquiriendo. Vandalizada y ruinosa, las Cortes de Aragón acabaron, sin embargo, por declararla Bien de Interés Cultural en el 2002, y el ayuntamiento la adquirió para dedicarla a la oficina de las Naciones Unidas con motivo de la Expo, su último destino conocido.

Esta amenaza de desaparición fue lo que más impresionó a José Manuel Gervilla, uno de los afortunados que pudo disfrutar de las visitas de ayer. «Está fenomenal, y pensar que estuvieron a punto de tirarla», se asombraba. El zaragozano era la prueba viviente del interés que despierta el inmueble, ya que según dijo llevaba «tres años intentando» reservar turno.

Más éxito tuvo Iván, al que la casa le parecía «impresionante», como la visita teatralizada. «Es muy entretenida, te metes tanto en la historia que casi sabe a poco», explicaba.

Las visitas a la Casa Soláns agotaron plazas (120), como se llenó el aforo de museos, conciertos y actos infantiles. En total, además de los actos del Pilar, cerca de 9.500 personas disfrutaron de las actividades.