Son las 20.00 horas en cualquier pueblo aragonés durante sus fiestas patronales. La plaza del municipio comienza a llenarse a la espera de que la orquesta comience a tocar. Hasta que... la melodía de un pasodoble comienza a resonar por todas las esquinas del lugar. La gente se empareja y se pone a bailar en una fiesta que derivará en éxtasis por la noche cuando los más jóvenes ocupen la primera fila del espectáculo. Entonces, ya no serán pasodobles ni rancheras lo que suene, si no los éxitos del verano.

Y es que esta es la realidad de los repertorios de las orquestas. Tan pronto pueden tocar Mi gran noche de Raphael como Despacito, de Luis Fonsi. Y es que, cada año, estas agrupaciones musicales han de innovar para seguir atrapando a nuevos públicos, ya que muchos pueblos han dejado de confiarles sus verbenas para dar paso a las discomóviles. Los discjockeis son mucho más baratos y pueden aguantar más horas de espectáculo.

Todo un reto

Durante la crisis económica, los cachés de las orquestas bajaron en torno a unos 2.000 euros de media, según asegura Mario Cornago, responsable de una empresa de contratación de grupos musicales. «El negocio ha crecido algo, pero no se ha vuelto a contratar masivamente como en los años previos a la crisis», cuenta. Algo que también ratifica Félix Cartagena, dueño de otra compañía del sector: «Los cachés no han subido, pero no han seguido bajando. Tocaron suelo hace cuatro años y ahí se han quedado. Eso sí, si hace años una orquesta hacía 30 bolos cada verano, ahora puede hacer 50. El negocio ha crecido algo», relata Cartagena.

El precio de contratar a una orquesta para una noche oscila entre los 2.500 y los 20.000 euros, una cifra que pocos municipios pueden asumir. Sin embargo, contratar una discomóvil de garantías puede salir por unos 2.000 euros. La diferencia es abismal. «Soy un defensor a ultranza de la música en directo, y hay pueblos en los que nunca podrás meter una discomóvil, porque son de orquestas. Pero es cierto que hay otros que optan por la opción más barata», admite también Cartagena.

Avenida Sur es una de las orquestas que ahora mismo está al alza. Esta agrupación conformada por diez jóvenes músicos nació hace seis años y, desde entonces, no ha parado de crecer. Aunque admiten dificultades. «Hay muchos sitios en los que nos hemos quedado fuera porque contratan a una discomóvil. La gente joven lo prefiere y además es menos complicado de montar. También nos hemos quedado fuera de muchos pueblos porque hay orquestas que han tirado los precios. No sé hasta qué punto les saldrá rentable». Esto es lo que se pregunta Jorge Girona, de 24 años, guitarrista y director de Avenida Sur.

Para combatir este fenómeno ellos han optado por enfocar los temas que tocan hacia la juventud. «Podemos estar tocando tres horas o cuatro de música actual, pero es muy difícil gustar a todo el mundo», especifica. Eso sí, según cuenta Girona, el esfuerzo compensa. «Es un trabajo muy agradecido, si no, no lo haríamos. Preferimos estar tocando que de fiesta, y al final del verano tenemos un montón de anécdotas para contar durante el invierno, cuando trabajamos cada uno en nuestro oficio o estamos estudiando. Somos una gran familia», dice.

Por contra, los miembros de orquesta Nueva Alaska se dedican por entero a este negocio. Durante todo el año, pueden llegar a hacer unas 130 actuaciones. «Es un trabajo muy duro, sobre todo el de los montadores. Cuando todo el mundo está de fiesta, nosotros estamos siempre trabajando y lejos de la familia. Los kilómetros pesan mucho», explica Ángel Lasheras, director de la agrupación.

«El negocio no crece, cada vez está más dificil -sigue explicando Lasheras-. Así que, virgencica, virgencica, que nos quedemos como estamos».