La Romareda jamás perderá su encanto. El viejo estadio conserva la magia y el brillo de un pasado bendito y sus paredes han sido testigo de días de gloria, pero, a sus 62 años, el campo se ha quedado anclado en otro tiempo con los males lógicos de la erosión provocada por el paso de los años. Es el único estadio de entre todas las grandes ciudades españolas que no ha sido reformado. Ni siquiera un lavado de cara en condiciones, lo que ha sido determinante para que ya no sea un escenario propicio para albergar grandes acontecimientos no solo deportivos sino también culturales. Zaragoza se ha quedado colgada.

La situación estratégica de la capital aragonesa, entre Madrid y Barcelona, y bien comunicada, le convierte en sede idónea para eventos de magnitud, como finales de Copa, lo que tradicionalmente ha dejado jugosos réditos económicos a la ciudad, pero La Romareda ya no está para esos trotes. Su aspecto no es bueno, pero por dentro la cosa no anda mejor.

Porque las carencias son numerosas y evidentes. Pasillos, servicios o asientos requieren intervención urgente. Los marcadores, tremendamente anticuados, también son fiel reflejo de un estadio que permanece anclado en el pasado.

Tampoco se han prodigado las actuaciones destinadas a mejorar la seguridad en el estadio. Solo el año pasado se acometieron pequeñas acciones desde el ayuntamiento. Entre ellas, el cierre del foso perimetral, para mejorar la seguridad y evitar accidentes, y la colocación de barras antipánico en las puertas de salida del estadio, suprimiendo los viejos cierres y procediendo a la soldadura de las hojas plegables que aún existían en algunas puertas originales y que dificultaban aún más la rápida apertura de las mismas.

En el 2016, un estudio encargado por el consistorio determinó que el campo presentaba deficiencias y un deterioro importante y urgente que debía ser subsanado por seguridad. Advertía del grado de corrosión existente que «se aceleraba en zonas de mayor penetración de humedad», la «reducción del recubrimiento de hormigón alrededor de las armaduras pasivas que produce desconches en vigas y pilares generando pérdidas de sección estructural» y la «degradación en la zona de apoyo de la placa de anclaje de la celosía de la cubierta».

SERIOS DAÑOS

Los daños, pues, afectan a cubierta, pilares, vigas y la cimentación, de la que el estudio exponía que presentaba patologías que convenía analizar más en profundidad. Salvo aquellas actuaciones del año pasado, poco más se ha hecho.

El recinto acumula problemas de humedades y filtraciones que han hecho mella en la estructura y el hormigón, aunque las necesidades pertinentes también alcanzan a las exigencias de LaLiga, que impone una serie de requisitos destinados a una idónea transmisión por televisión. En este apartado se incluyen aspectos como la iluminación, en el que se establecen imposiciones que los clubs deben acatar.

Con el fútbol cada vez más sometido a las exigencias del mercado audiovisual, del que los equipos obtienen gran parte de sus presupuestos, La Romareda, esa vieja olvidada, lleva años de retraso. La reforma necesaria nunca llega, aunque todo apunta a que, por fin, esta vez será la vencida. En los próximos días se producirá una reunión entre el Real Zaragoza y el ayuntamiento de la capital para acometer el plan a seguir. Es la hora de la verdad.