Ninguna riada se comporta igual a otra, ni su evolución es idéntica a la anterior. Es algo que bien saben los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Ebro, que desde el Sistema Automático de Información Hidrográfica (SAIH) y el Sistema de Ayuda a la Decisión (SAD) controlan el comportamiento de la cuenca, la gestión de los embalses y establecen predicciones imprescindibles para minimizar el riesgo de las avenidas. Desde que el pasado 8 de abril emitieron la primera alerta, no han parado de analizar los datos de una riada que, aun siendo comparable a la del 2015, no ha tenido los efectos devastadores que tuvo la de ese año, ni comparte el mismo origen, como constatan tras el estudio de los datos y la evolución de la masa de agua.

María Luisa Moreno, jefa de Área de Hidrología y Cauces, destaca la importancia de los más de 230 estaciones de aforo que recogen las aportaciones de agua en otros tantos puntos. Están situados estratégicamente en aquellos sitios donde se puede obtener más información, elaborar las curvas de gasto y que estas sirva de guía y referencia para las previsiones que se establecen. Gracias a la pericia de los técnicos a partir de las fuentes de información y una serie de cálculos, apenas tienen un margen de error del 10%, lo que para la medición de masas de agua de este volumen es un margen mínimo.

Similar al 2015

Esta riada arroja niveles prácticamente idénticos a la del 2015 en cuanto a la altura alcanzada por el Ebro a su paso por la localidad navarra de Castejón, punto de referencia para evaluar la incidencia de la avenida en el tramo aragonés. En este caso, en el 2015 se alcanzaron los 7,78 metros en Castejón y esta vez los 7,77. A diferencia de la de hace tres años, en la que el deshielo de nieve a cota baja fue la causante, en esta ocasión la riada se ha debido a dos puntas de precipitaciones intensas en la práctica totalidad de la cabeceera de los afluentes del tramo central (Arga, Ega, Aragón, principalmente), con precipitaciones superiores a los 80 litros por metro cuadrado y episodios incluso que rozaron los 200.

Especialmente violenta fue la lluvia en el Arba, lo que provocó que hubiera un aumento de caudales excepcionales, al igual que en la cuenca del Jalón, que también hizo aportaciones considerables en un tramo del Ebro que no es habitual. Es por eso que, junto a los más de 200 metros cúbicos aportados por el Gállego, las afecciones sean superiores en la ribera baja y hayan sido menores en las localidades que suelen sufrir más, como Pradilla, Novillas o Boquiñeni. Es en el área de Pradilla se ha producido un fenómeno que no se da en otras riadas, como es el hecho de que en lugar de descender el caudal, este aumentara cuando ya iba en tendencia descendente en otros tramos. Se debe a estar en la zona de desembocadura del Arba, que había sufrido un gran aumento de caudal.

También han sido de gran utilidad las obras emprendidas por la CHE en estos municipios, lo que han mitigado en parte el impacto de la avenida. «Estas obras son útiles, pero hay que desterrar la idea de que se puede dragar el Ebro como si fuera un canal. Un río no es un canal líquido, lleva sedimentos. Sería mucho coste y no serviría para nada», apuntan Pérezy Moreno. «Las precipitaciones han aportado 8.000 hectómetros cúbicos de agua (más que toda el agua de la cuenca). No toda va al río, ya que mucha va a los acuíferos y otros elementos que inciden, pero calculamos que alrededor de 4.000 hectómetros cúbicos sí han ido al río (aproximadamente dos veces y media la capacidad del embalse de Mequinenza», destaca Guillermo Pérez, técnico del SAD, y uno de los encargados de elaborar hidrogramas y analizar los datos del comportamiento de esta riada, así como de aportar los datos precisos para desembalsar y generar un resguardo en los embalses de la cuenca.

Estos, de hecho, han vuelto a tener un papel «fundamental» para minimizar el impacto de la avenida. Se estima, según Pérez, que la avenida en Castejón habría alcanzado los 3.200 metros cúbicos, 700 más que el que llevó finalmente. Lo que habría supuesto más daños. Del mismo modo, el sistema Flix-Ribarroja-Mequinenza frena las riadas en el tramo bajo. «Sin este pantano, con los caudales registrados se habría inundado Tortosa», señala Pérez.

Para establecer los posibles daños de una riada, tanto Moreno como Adolfo Álvarez, responsable del centro de control del SAIH, indican «es importante el caudal punta, pero no el único, el elemento que nunca engaña es la altura, así como el volumen de agua circulante». En esta ocasión, como la masa de agua ha sido grande, la riada ha sido tendida y en forma de meseta, haciendo que el episodio dure más días. Cuando este volumen supera los 1.800 metros cúbicos en Tudela, rebrinca las motas y daña los cultivos. Y si no se toman las medidas de protección que habitualmente se establecen por Protección Civil, también podría hacerloa las personas. Esta vez hubo dos episodios intensos de precipitaciones. El 8 de abril y entre el 10 y el 12 de abril, lo que originó que el volumen de agua circulante sea elevado.

Así, las precipitaciones y no el deshielo, han provocado esta avenida, calificada de de avenida extraordinaria de alta frecuencia, porque son habituales en periodos de diez años.