Diego Fernández, de 59 años, trabajaba en «oficios duros», como minero, soldador y obrero de la construcción, hasta hace dos años. Pero tuvo graves problemas de salud (fue operado de la aorta femoral) y desde entonces sus ingresos han caído en picado, hasta el punto de que tiene que vivir con solo 430 euros mensuales, frente a los 1.600 euros que sacaba cuando estaba en activo y era oficial de primera.

«Vivo muy justo y solo hago una comida completa una vez al día, a veces me voy a la cama con un poco de pan con aceite en el estómago», explica.

De momento, vive en el piso de su exmujer, pero tarde o temprano tendrá que irse porque llevan tres años divorciados. «Veo difícil encontrar empleo, porque ya no puedo realizar trabajos que requieren fuerza física y no creo que nadie me dé un puesto de conserje», comenta. En esta situación cercana a la pobreza lleva ya un año y medio y no ve la salida por ningún lado.

La familia (tiene dos hijos y cuatro nietos) tampoco le puede sacar del apuro. «Ellos también se encuentran en una situación complicada, ganan lo justo para ir tirando», afirma.

No recibe ayudas de ningún tipo, por lo que pasa el tiempo tratando de alargar al máximo el subsidio de desempleo, mientras está ojo avizor por si saliera alguna oferta laboral que tarda en llegar. Por ello, para él los 900 euros de salario mínimo serían una tabla de salvación.