Bar de Madrid. Ocho de la tarde. Dirigentes de un partido se reúnen para asignar el reparto de funciones en la próxima campaña electoral. Bar de Madrid. Diez de la noche. Cena de urgencia para analizar una crisis en los medios de comunicación. Bar de Madrid. Ocho de la tarde. Intercambio de opiniones sobre el discurso del jefe en el Congreso. Fin de semana. Escapada rural para preparar la estrategia política.

Los estudios de género demuestran que si bien los cuatro grandes partidos (PP, PSOE, Podemos y Cs) avanzan hacia la paridad en número de mujeres y hombres en sus cúpulas directivas (ver gráfico), esa representación no implica que ellas consigan poder real. El día a día de las formaciones políticas está repleto de barreras informales que expulsan a las féminas de la toma de decisiones, limitan su promoción, las llevan a ocupar carteras con menos presupuesto y, además, a asumir mayoritariamente trabajos rutinarios de post-it y agenda.

La politóloga, profesora de la Universidad Carlos III y directora del grupo de análisis Politikon, Sílvia Claveria, examina esta desigualdad y sus conclusiones son demoledoras: aunque las normas son igualitarias, persisten prácticas informales que constituyen barreras férreas. «Los partidos son máquinas de triturar el potencial de las mujeres. Siguen existiendo normas implícitas que las excluyen y que benefician a los hombres. Los partidos siguen siendo un sistema de hombres para hombres», advierte.

¿Cuáles son las reglas no escritas? La más flagrante, los tiempos. Gran parte de los grupos de confianza se tejen fuera de horario laboral, en el bar o en el fútbol, y es en esa esfera en la que se toman buena parte de las decisiones políticas. Las mujeres apenas tienen presencia en estos encuentros informales que son motores de promoción. ¿Por qué no van? Mayoritariamente porque vuelven a casa a cuidar a los niños, según los estudios del Instituto de la Mujer (gráfico) de forma que esa franja horaria las expulsa.

Los análisis indican que, aunque trabajen más horas y tengan igual experiencia y formación que los hombres, los partidos las promocionan menos. Las cuotas, por lo tanto, no son suficientes para contrarrestar los círculos informales masculinos, advierten Tània Verge y Maria de la Fuente en su estudio.

Las dirigentes se quejan en los análisis cualitativos de que aceptar los horarios extralaborales suele implicar asumir roles masculinizados -que los partidos valoran más- y una renuncia a tener hijos, peaje que los hombres no pagan. Pero también denuncian otras dinámicas discriminatorias. Admiten que participan menos, en parte porque sus compañeros menosprecian sus intervenciones, suelen interrumpirlas, intentan apropiarse de sus ideas y porque para defenderlas deben asumir un tono agresivo. La mayoría son reacias a una confrontación que, en demasiadas ocasiones, aprovecha una cierta autodesconfianza como caldo de cultivo.

Como ejemplo de esa falta de seguridad, en la pregunta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre si los encuestados saben cuántas comunidades autónomas tiene España los hombres contestan mayoritariamente que sí, un porcentaje que es más reducido entre las mujeres. Sin embargo, cuando les indican «diga usted ese número», una parte significativa de ellos falla, mientras que un número importante de las mujeres que había dudado responde correctamente.

LAS QUE DESAPARECEN / «En el terreno local es aún más acentuado. Las mujeres de entre 30 años y cuarenta y pico años desaparecen de la política, porque no están liberadas, y participar en un partido implica una tercera jornada que se suma a su trabajo y al cuidado de los hijos», explica Claveria. La politóloga ha constatado que las reglas no escritas constituyen «trampolines para los hombres y trampas para las mujeres» en todos los partidos políticos, en un fenómeno trasversal.

La solución, advierte la directora del grupo Politikon, tardará, pero mientras la cultura patriarcal siga siendo hegemónica, los expertos reclaman acciones urgentes: mujeres en lugares visibles con poder real; cuotas también en los gobiernos y basta de hacer política en la barra del bar a deshoras.