Fue el gesto de la tarde. Víctor había terminado su alocución en el balcón del ayuntamiento y cedió el micrófono a Alberto Zapater mientras la plantilla coreaba su nombre. Le costó, pero el tímido jugador, se dirigió a la plaza, que no dudó en aclamar. "Aquí están, éstos son, los cojones de Aragón", gritaban los zaragocistas mientras el centrocampista tragaba saliva antes de hablar. "Esta copa se la dedicamos a todo Zaragoza y a todo Aragón", dijo, poderoso, tanto como su juego, ante la ovación de los aficionados.