Tiene 125 años de historia, pero ya es un partido nuevo. José Luis Rodríguez Zapatero dio ayer por concluido el periodo de renovación del PSOE que él mismo inició hace cuatro años. En el discurso con el que clausuró el "congreso tranquilo", el líder reelegido presentó al PSOE como "el partido de los ciudadanos". Invitó a los suyos a sentir orgullo de pertenecer al "primer partido del país", pero sin autocomplacencias. Porque ser un partido de Gobierno obliga a "poner los objetivos de España por encima de cualquier objetivo del PSOE".

Fue un discurso más breve que el de la inauguración del 36º congreso. Y más disperso. Otra vez sin papeles, Zapatero acusó la larga noche anterior, en la que acabó de madrugada de perfilar su nueva ejecutiva. Y eso que logró cerrarla "ocho horas antes que en el 35º congreso", recordó, cuando la vigilia llegó hasta la mañana de la jornada de clausura.

El secretario general del PSOE habló más como presidente del Gobierno. Por eso describió el partido como el encargado de pilotar los destinos del país. Si el 35º congreso abrió la renovación del partido, dijo, el 36º debe iniciar "el cambio del país". Un giro para el que convocó a los empresarios y sindicatos, a los que pidió un próximo acuerdo laboral que permita un crecimiento económico con empleo estable.

GOBIERNO UTIL Zapatero incidió en que "más que nunca, el PSOE es el partido de la inmensa mayoría de los españoles". Y pilotó su discurso sobre la "responsabilidad" que ello conlleva, para que los militantes tengan claro que el "respaldo electoral" ganado en los últimos cuatro años no es un cheque en blanco. "Qué útil fue la oposición útil", rememoró el líder del PSOE, que se propuso que el Gobierno también "sea útil cada día a los ciudadanos".

"Los españoles tienen puestas sus esperanzas en el PSOE", destacó Zapatero. Y exigió que no se les defraude. Como ya había hecho el viernes en la inauguración del cónclave federal, pidió que el partido "se abra a los ciudadanos, que quieren que se cuente no sólo con su voto, sino que su palabra sea escuchada".

Para lograrlo, exigió huir de "toda autosatisfacción". "Aquí no cabe la indolencia", dijo, antes de recordar que siempre se pueden hacer "las cosas mejor" y que estar en el poder es pasajero. "Recordad que la democracia es alternancia --aconsejó--, y que una victoria electoral no es para siempre". "Que cada momento merezcamos la mayoría", resumió.

La mejora de las condiciones sociales de los ciudadanos fue el meollo político de su discurso. "Siempre seré antes ciudadano que presidente del Gobierno", declaró. A renglón seguido abogó por el empleo estable, por descartar cualquier discriminación, por mejorar los derechos civiles, potenciar la educación pública y laica, sublimar la cultura, respetar el medio ambiente y eliminar las barreras que sufren los discapacitados.

También tuvo palabras para alabar la pluralidad de España, para prometer potenciar el autogobierno de las comunidades autónomas y defender "todas las lenguas y todas las culturas". Manteniendo "los principios esenciales de la cohesión", avanzó que esta etapa de Gobierno del PSOE sería recordada como la que propició "ver a España conviviendo, respetuosa en la diversidad".

En clave interna, animó al PSOE a no cerrarse al debate. Pidió a su nueva ejecutiva que gobierne el partido "contando con todos, con talante abierto", para que nadie tenga problemas "para expresar sus ideas, sus críticas, sus propuestas". Una pluralidad interna que ha permitido al partido "mantenerse unido".