A finales del 2003 todos sabíamos que el 2004 estaría marcado políticamente por las elecciones generales y autonómicas andaluzas que tenían que celebrarse en la primera quincena del mes de marzo. No sabíamos que antes del 14-M vendría el 11-M, pero sí que el resultado de esas elecciones iba a ser el acontecimiento decisivo del año, en torno al cual giraría la vida política. El atentado del 11-M dramatizó todavía más la importancia de la consulta electoral, pero, aunque no se hubieran producido las masacres, el resultado electoral habría marcado igualmente el 2004 desde una perspectiva política.A finales del 2004 no disponemos de un punto de referencia similar para el año 2005. Al contrario. Tenemos muchos parámetros de referencia y de muy distinta naturaleza. La persistencia de una amenaza terrorista tanto etarra como islamista. Un referendo al empezar el año sobre la Constitución europea. Los primeros pasos en el Consejo de Estado de la reforma de la Constitución. Dos elecciones autonómicas: las vascas, en mayo, marcadas por el plan Ibarretxe aprobado el 30 de diciembre, y las gallegas en otoño, marcadas por la sucesión de Manuel Fraga. La aprobación en el Parlament de Catalunya en el mes de junio de la reforma del Estatut d'Autonomia. La tensión en las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica. La reacción del Consejo General del Poder Judicial ante la reforma de su ley orgánica. Los efectos del reglamento de la ley de extranjería. Aquí me paro, aunque me permito subrayar que la enumeración no es exhaustiva.RUMBO IMPREVISIBLEComo puede verse, la agenda política es diabólica. Fácilmente se comprenderá que intentar anticipar por dónde puede ir el año es una tarea imposible. Sabemos cuáles son los frentes que tenemos abiertos, pero no hay nada en el horizonte que nos permita prever cómo vamos a poder encontrar acuerdos manejables de una manera razonablemente pacificada. Entre otras cosas, porque el principal partido de la oposición parece interesado en que éste sea el último año de la legislatura, y es previsible que dificulte cualquier acuerdo sobre casi cualquier asunto. Pero como mi tarea es anticipar lo que espero que dé de sí políticamente el 2005, ahí va.El año se va a abrir prácticamente con el referendo sobre la Constitución Europea, ya que enero es un mes de vacaciones parlamentarias. Se trata de un asunto que no despierta pasiones, pero a nadie se le escapa que es mucho lo que nos estamos jugando. La Constitución Europea no entusiasma, pero cualquier futuro sin ella es peor. Y éste es un riesgo que corre el Gobierno, que podía no haber convocado el referendo y decidió hacerlo. Desde un punto de vista jurídico, el éxito está asegurado, ya que no se exige un umbral mínimo de participación para dar validez al resultado. Pero políticamente será muy distinto si la participación es elevada o si no lo es. El 20-F va a ser la primera prueba de la capacidad de liderazgo que la sociedad española le reconoce al presidente del Gobierno tras su elección.EL DEBATE TERRITORIALDespués de un pronunciamiento directo de los ciudadanos, ya nada es igual. Zapatero puede ver confirmado, aumentado o disminuido su capital político y quedará en mejores o peores condiciones para hacer frente a los demás problemas que se le avecinan. Algunos de los cuales sí levantan pasiones. Singularmente, el de la articulación territorial del Estado, cerrado a cal y canto cuando el PP ocupaba el Gobierno de la nación y que se ha abierto de forma múltiple tras las elecciones del 14-M. Se trata de un asunto que viene de lejos y que todavía tiene mucho recorrido, pero en este año se van a dar distintos tipos de manifestaciones que exigirán una respuesta que no puede dilatarse mucho en el tiempo.

UN PLAN SIN SALIDA. Están en primer lugar las elecciones autonómicas vascas en mayo, que siguen teniendo el mismo sentido tras la aprobación por mayoría absoluta en el Parlamento vasco del plan Ibarretxe que el que tenían antes. El plan ha sido aprobado con tres votos de Sozialista Abertzaleak y nace, en consecuencia, con un significativo déficit de legitimidad. En el caso de que el nacionalismo democrático no consiguiera mayoría absoluta en mayo, la votación del pasado 30 de diciembre perdería gran parte de su valor. Una mayoría absoluta con Batasuna no sé si será reconocida como mayoría absoluta en el País Vasco, pero no creo que se admita como tal mayoría en el resto del Estado. La iniciativa de reforma se habría puesto en marcha de manera fraudulenta. En consecuencia, las elecciones autonómicas vascas están planteadas casi en los mismos términos en que lo estarían si el plan Ibarretxe no hubiera sido aprobado. Para que pueda considerarse cumplida la exigencia estatutaria de la mayoría absoluta para iniciar la reforma del Estatuto es necesario que dicha mayoría no esté constituida con aportación terrorista. Cualquier propuesta de reforma que no haya sido aprobada por una mayoría constituida exclusivamente por el nacionalismo democrático no podrá siquiera ser tomada en consideración.Inmediatamente después de las elecciones vascas, está prevista la aprobación parlamentaria de la reforma del Estatuto de Cataluña. Aunque se trata de una operación completamente distinta de la reforma vasca, creo que a nadie se le oculta que el ambiente en que decidirá el Parlament será muy distinto según cuál haya sido el resultado electoral en el País Vasco. En todo caso, esta revisión es previsible que tenga una repercusión muy fuerte en el resto del Estado.Lo que se pretende en Cataluña es redefinir el contenido del derecho a la autonomía constitucionalmente reconocido a la luz de la experiencia acumulada en 25 años. No se trata tanto de una reforma como de un Estatut nuevo. Sé que se está haciendo un esfuerzo enorme para que los cambios no entren en contradicción con la Constitución, pero lo que se propone es de mucho calado. Y en consecuencia, va a tener que ser objeto de una negociación muy seria entre el Parlament y las Cortes, pues no creo que sea discutible que de la manera en que se encauce la negociación territorial en el País Vasco y en Cataluña dependerá en buena medida la negociación que debe conducir a la reforma de la Constitución. Formalmente, en el País Vasco y Catalunya se habla de reforma estatutaria, pero materialmente estamos ante un debate constitucional.Las elecciones gallegas no tienen vinculación con alteraciones estatutarias y no plantean, por tanto, ningún problema respecto de la estructura del Estado actual. Pero políticamente revisten un enorme interés. El PP, en Galicia, se la juega. En el caso de que se mantenga en el poder, Mariano Rajoy podría ver confirmado su liderazgo. Pero en el caso de que no sea así, es más que probable que el PP tenga que ir a un Congreso extraordinario y buscar un nuevo candidato a la presidencia del Gobierno. Y en un clima sumamente enrarecido.TENSIONES CON LA IGLESIA De los demás problemas, aunque el terrorismo y la inmigración son los más importantes, tal vez sea en las tensiones con la Iglesia católica y con los jueces donde puedan producirse las mayores dificultades. Más con la primera que con los segundos. Me temo, por lo demás, que las dificultades son inevitables, porque se trata de dar respuesta de una manera definitiva a un problema histórico del asentamiento del régimen constitucional en España.La carrera de obstáculos en que va a consistir políticamente el 2005 salta a la vista. La va a protagonizar principalmente un Gobierno que carece de mayoría parlamentaria y que no ha firmado ningún pacto de legislatura, pero para el que no existe alternativa con la composición actual del Congreso de los Diputados. En la dificultad de los obstáculos y en que el Gobierno se estrelle y tenga que convocar elecciones anticipadas tiene puestas sus esperanzas el PP. Pero, ¿y si no se estrella?