Al final, José Luis Rodríguez Zapatero anduvo ayer sobrado de apoyos para convertirse en el quinto presidente del Gobierno español tras la reinstauración de la democracia. El líder socialista, que hoy prometerá su cargo ante el rey Juan Carlos, llegará a la Moncloa con más avales que José María Aznar en 1996, cuando el PP --como ahora el PSOE-- ganó las elecciones generales sin obtener la mayoría absoluta. Entre los votos positivos, figura el del diputado de CHA, José Antonio Labordeta, tras oír al dirigente socialista reafirmar su compromiso de derogar el trasvase y de comprometerse con los proyectos de desarrollo para Aragón y, en especial, con Teruel.

Zapatero superó la investidura en el Congreso de los Diputados con el voto de 183 diputados, dos más que Aznar hace ocho años, y además lo hizo sin apenas otorgar contrapartidas. Si entonces los socios del líder del Partido Popular --CiU, PNV y Coalición Canaria-- le arrancaron varias concesiones en materia de autogobierno, todas ellas por escrito, ayer Rodríguez Zapatero recabó el respaldo de cinco fuerzas políticas sólo a cambio de ofertas de diálogo y vagas promesas compatibles con el programa electoral del PSOE.

"Tengo el convencimiento de que lo mejor para las españolas y los españoles está por venir. Muchas gracias y a trabajar". Con estas palabras, agradeció ayer la confianza de la mayoría absoluta de la Cámara baja, y los diputados socialistas le felicitaron con una larga ovación. Después, un seco apretón de manos de Aznar --que deseó "éxito y suerte" a su sucesor-- selló el acta de defunción del aznarismo y la apertura de una nueva etapa de diálogo.

Porque, por mucho que la estabilidad parlamentaria sea más una cuestión de talantes que de guarismos, los números sí ayudan a entender el nuevo clima de concordia con que el Congreso ha recibido al secretario general del PSOE. Una calurosa acogida en absoluto ajena a la atmósfera de crispación que Aznar alimentó durante los últimos años.

Al anunciado apoyo de los ocho diputados de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), los cinco de Izquierda Verde (IV), los tres de Coalición Canaria (CC) y el de la Chunta Aragonesista (CHA), ayer Zapatero sumó los dos del Bloque Nacionalista Galego (BNG). Justo los que requería para, unidos a los 164 diputados del PSOE, superar el grado de consenso que aupó a Aznar a la Moncloa en 1996. Un reto que ha tenido como principal artífice al portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, Alfredo Pérez Rubalcaba.

La soledad del PP

Solos, una vez más, los 148 diputados del PP fueron ayer los únicos que se opusieron a la investidura del aspirante socialista, frente a los 166 votos negativos y la solitaria abstención de Unión Valenciana (UV) que Aznar cosechó en 1996. Incluso los 19 diputados que ayer se abstuvieron --los nacionalistas de CiU, PNV, EA y Nafarroa Bai-- expresaron sin rodeos su firme voluntad de colaborar con el nuevo Gobierno socialista.

Cifras al margen, también se aprecian diferencias entre los prolegómenos de la investidura de Aznar y la de Zapatero. Es decir, en las transacciones que han tenido que realizar sus partidos para alcanzar el poder al no haber logrado la mayoría absoluta. Las contrapartidas que el presidente del PP concedió hace ocho años a sus socios nacionalistas se plasmaron en varios folios, e incluyeron numerosos traspasos competenciales y mejoras financieras para sus respectivas autonomías.

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