Zaragoza se prepara para afrontar las primeras noches ecuatoriales desde que hay registros. Las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) marcan unas temperaturas nocturnas para la ola de calor desde hoy, y sobre todo durante el fin de semana, de 25 grados centígrados, frontera que separa la denominación de noche tropical (desde los 20 grados) de la ecuatorial (desde los 25), y que supera el máximo registro de 24,7 grados alcanzado la noche del 14 de junio del 2009. Por contra, las temperaturas máximas diurnas no serán tan altas como se esperaba, y no pasarán de los 40 grados; en cualquier caso son altas, y lo que es peor, prolongadas, ya que se mantendrán al menos hasta el martes.

Así lo explicaba ayer el delegado territorial de la Aemet en Aragón, Rafael Requena, que animaba a estar pendientes de las actualizaciones de la agencia. Porque, dentro de que la ola de calor es innegable, las previsiones pueden ir variando.

Así sucedía ayer, por ejemplo, con las citadas temperaturas máximas. Si al comienzo de la semana vaticinaban máximas superiores a los 40 grados, incluso de 42, finalmente el mercurio no va subir tanto. «Lo peor va a ser en otras zonas del suroeste, sobre todo en Andalucía y Extremadura, donde sí alcanzarán hasta 44 grados», explicaba el meteorólogo. Aun así, en la capital aragonesa y en todo el valle del Ebro, que como todas las zonas bajas serán las que se lleven la peor parte de esta ola de calor, se llegarán a registrar unos nada despreciables 40 grados.

PERSISTENTE

Así pues, se ha producido una ligera rebaja en las expectativas del calor diurno. Pero si no es tan alto, sí será pertinaz. Si a comienzos de la semana se hablaba de que la ola de calor se prolongaría con seguridad hasta el domingo, a partir del cual había «gran incertidumbre», ayer Requena despejaba esta incógnita y pronosticaba una situación sostenida al menos hasta el martes, «y ya veremos si más».

La ola de calor en la península llega generada, según las explicaciones de la Aemet, por la insolación propia de la época del año, la entrada de aire africano por el suroeste y también por la estabilidad atomosférica. Y esta es, precisamente, la que va a hacer que la situación se prolongue tantos días consecutivos en el valle del Ebro. «No va a soplar nada de cierzo», explicaba Requena.

El a veces tan denostado viento del noroeste hizo que, por ejemplo el martes por la noche, la temperatura nocturna máxima fuese de 21,5 grados. Un registro que supera el umbral de la noche tropical, pero que con el movimiento de aire supuso una rebaja de más de dos grados respecto a los 23,7 durante la madrugada del lunes al martes.

Y ambos registros son inferiores a los que se esperan para las próximas noches, en las que los pronósticos reflejan temperaturas de 24, 25 y hasta 26 grados. Las dos últimas ya serían máximos históricos en la ciudad, cuyo récord de mínima más alta está fijado en 24,7 grados desde hace 9 años.

Según explicaba Requena, la noche ecuatorial, que se considera cuando se superan los 25 grados, no deja de ser una etiqueta. Pero si la noche tropical, desde los 20 grados, ya supone dificultades para conciliar el sueño, tener cinco grados más tampoco ayudará. Menos aún sin un mínimo movimiento de viento que los atenúe.

El cuerpo activa unos mecanismos, ante el calor, para mantener estable su temperatura. El aumento de la frecuencia cardiaca permite bombear más sangre hacia la piel y extremidades, pero, a más sangre destinada a la piel, menos para el resto de funciones corporales y músculos, cerebro y otros órganos internos pueden verse afectados.