Tan solo fueron diez minutos de un fenómeno tormentoso que los meteorólogos conocen como «vórtice de rachas», pero sus afecciones en la capital aragonesa eran aún visibles 24 horas después. Junto a los 17 litros por metro cuadrado de precipitación de lluvia que anegaron calles y garajes, las rachas de viento de hasta 100 kilómetros por hora realizaron una excepcional torsión del arbolado de la ciudad que provocó la caída de más de un centenar de ejemplares. No se registraron daños personales, pero sí cuantiosos materiales (coches, tejados, vallas, .

Para intentar devolver a la ciudad su aspecto inicial, o al menos intentarlo, medio centenar de Bomberos y 700 trabajadores de FCC pertenecientes a las brigadas de limpieza y de parques y jardines fueron movilizados por el Ayuntamiento de Zaragoza. A ellos se unieron muchos vecinos, especialmente comerciantes, quienes se afanaron en limpiar sus establecimientos para atender a los clientes de la mejor forma. Algunos, como Silvia, propietaria de una peluquería en la calle Galán Bergua, tardarán varios días puesto que su negocio quedó anegado por el barro.

El Gobierno de Zaragoza, a través del consejero municipal de Servicios Públicos y Personal, Alberto Cubero, reconoció las «enormes incidencias» ocasionadas, especialmente en lo que se refiere a la caída de ramas y árboles que llegaron a cortar la circulación de tráfico en varias arterias y hasta del tranvía, si bien trató de desligarla de la polémica por la inaplicación del plan especial de poda aprobado después de que el pasado año se registraran múltiples caídas de ejemplares. «Ha sido una tormenta con rachas de más de cien kilómetros por hora y en esas condiciones se producen caídas de árboles. La poda no garantiza evitarlas, sino la forma en qué se hizo la plantación en su día», alegó Cubero.

SEGURIDAD / Una justificación que desde el PP, el concejal Sebastián Contín lamentó y criticó. De hecho, le recordó que hay más de 10.500 ejemplares en situación crítica, por lo que exigió un plan de revisión de la seguridad de este arbolado y del resto de la ciudad.

Según los cálculos del ayuntamiento se precisará un mínimo de dos días para volver a la normalidad. Ayer, las tareas se centraron en el achique de garajes, bajos y trasteros, además de la limpieza de ramas caídas por las aceras y calzadas. Unas consecuencias «menores» y que «no atañen a la movilidad», afirmó Cubero, quien resaltó que el servicio del tranvía inició la jornada del jueves de forma ordenada, después de estar interrumpido durante la tromba de agua.

Peor estado presentaban ayer algunos espacios municipales como la piscina del Palacio de los Deportes (El Huevo) que permaneció cerrada por orden del ayuntamiento, al igual que las casas de juventud de Movera, Las Fuentes, Miralbueno, Casablanca y La Jota, así como el Museo del Foro Romano que está anegado. Una circunstancia que obligó a suspender el concierto previsto para hoy viernes dentro de la programación del XXV Festival de Música e Intérpretes en Aragón 2018. Otros como el de las Termas, el Teatro Cesaraugusta o el Museo del Puerto Fluvial también se vieron afectados por el agua, aunque sí pudieron abrir al público.

La basílica del Pilar también pudo abrir al culto, después de que el cabildo catedralicio tuviera que cerrar una parte del templo porque los tres sumideros de la plaza no dieron abasto para absorber todo el agua que cayó. No obstante, la cripta permaneció abierta de forma extraordinaria (su acceso está limitado para el Día de Todos los Santos) para evitar humedades.

Donde más se notaron los efectos de la tormenta fue en la calle Galán Bergua. «Llevo viviendo aquí casi cincuenta años y no había visto nada igual», aseguraba Mariano, un vecino de esta calle. Cubos y fregonas eran elementos habituales en los comercios a ambos lados de la calle, aunque apenas hubo que lamentar pérdidas materiales. «Más que nada es la molestia de venir», afirmaba José Miguel, dueño de una papelería. «Entró el agua hasta adentro. Ahora ya está limpio, si no, no hubiéramos podido abrir» completa Alfredo, dueño de una carnicería próxima. La estación de Delicias pudo reanudar rápidamente su funcionamiento, ya que únicamente sufrió daños en el aparcamiento. En el paseo de Fernando el Católico el panorama también era desolador: varios árboles permanecían sobre a acera. Algunas ramas incluso alcanzaron a una camarera, que se encontraba recogiendo la terraza de un pequeño bar cuando se desató la tormenta, y un día después lucía considerables arañazos en los brazos y la cara. «Tuvimos que sujetar las mesas, era un vendaval», recordaba. Hoy seguirá la limpieza.