El Ebro incumplió ayer todas las previsiones y se mantuvo en los 5,36 metros de altura y un caudal de 2.037 metros cúbicos por segundo -medición de las 21.00 horas-, pero sí cumplió con las expectativas de los zaragozanos que se lanzaron en masa a los puentes y la ribera para analizar y fotografiar la avenida extraordinaria. Durante días ha estado amenazando con repetir la del 2015, cuando se alcanzaron los 6,10 metros de altura y los 2.448 metros cúbicos, sin embargo, la punta de la crecida se mantuvo en forma de meseta con un caudal estable durante todo el día que entre hoy y mañana comenzará a bajar.

Aunque se esperaba que la altura del Ebro alcanzara a su paso por la ciudad hasta los 5,9 metros de altura, se mantuvo entre los 5,3 y 5,4 metros y apenas superó los 2.000 metros cúbicos. Los niveles de ayer fueron más parecidos a la riada del 2003, cuando llegó a las 5,7 metros y 2.237 metros cúbicos.

La normalidad tardará en llegar porque, aunque el caudal descienda, hay que tener en cuenta el nivel freático por los que los parques y las riberas se mantendrán cerradas al público durante varios días, explicó el concejal Alberto Cubero.

ANEGADOS

Las afecciones que se registraron en la ciudad fueron las esperadas. Además del corte del Tercer Cinturón en sentido entrada a la ciudad. Los Bomberos de Zaragoza recibieron varias llamadas de alerta por la inundación de garajes en La Almozara, Actur, Vadorrey o Las Fuentes. Según explicaron desde el cuerpo, para que las labores de achique sean efectivas comenzarán a realizarse cuando empiece a bajar el nivel del río. Sí que actuaron en puntos críticos, como en una vivienda del paseo Echegaray donde el agua se había filtrado en el cuarto donde está el cuadro eléctrico o en las oficinas del Parque del Agua. El Parque del Agua, el colegio Puerta Sancho de la Almozara, el Club Deportivo Helios, el Soto, el tiro Pichón o el Aura acabaron ayer completamente anegados. En los Galachos de Juslibol se tuvo que desalojar una granja, además de alguna vivienda aislada, y otra granja se protegió con una defensa improvisada.

En los barrios rurales los vecinos llevan desde el viernes vigilando y reforzando las motas. En Alfocea, aislada desde hace tres días, se vivieron momentos de tensión al ver que el agua comenzaba a rebasar la mota. Día y noche han estado colocando sacos de tierra para evitar que el Ebro anegara las casas de la zona baja del barrio rural.

Los vecinos seguirán aislados, al menos, una semana más, según explicó la concejala de Participación Ciudadana. Han tenido que adaptar sus horarios a los turnos acordados por el ayuntamiento y Defensa para acceder a la ciudad a través del campo de San Gregorio, siempre escoltados por coches militares al tratarse de una zona de maniobras. El camino, aunque ha sido habilitado, está repleto de baches y pendientes, algo que no convence a todos sus vecinos.

En Movera, las urbanización Torre Urzaiz y el Soto de Peñaflor se mantienen aislados y rodeados por el agua. Además, cerca de esta zona los bomberos tuvieron que auxiliar a unas ovejas sin evacuar en una pequeña finca.

POR LA RIBERA

La riada generó ayer una gran expectación, casí había que pedir la vez para fotografiar el metro que se encuentra en el puente de Santiago por la cantidad de personas que se agolpaban en la zona. La curiosidad que levanta un fenómeno de esta envergadura, unida al buen tiempo que se registró en la jornada de ayer y que coincidiera en domingo propició que un buen número de zaragozanos se acercara a las orillas a ver el panorama.

De esta forma, las dos márgenes del Ebro a su paso por Zaragoza acogían una entretenida mezcla de transeúntes, curiosos, familias de paseo y deportistas, muchos de estos últimos obligados a recorrer el asfalto, al estar inundados los caminos de la ribera en los que practican habitualmente su afición.

«¡Madre mía, cómo va!», comentaba al paso un aficionado al running, mientras trotaba en grupo. El tránsito de los corredores se mezclaba por el paseo Echegaray con ríos de gente que se arremolinaban alrededor de la barandilla para ver el agua discurrir. «¡Da miedo!», exclamaba una mujer, sorprendida por la fuerza de la riada a la altura del puente de Santiago.

Otra escena habitual era la de paseantes en los parques con sus mascotas que, como sus dueños, sentían una curiosidad manifiesta por lo que pasaba en el cauce del Ebro. El ímpetu de algunos canes por esta situación dejaba imágenes curiosas, como la de uno de ellos intentando abalanzarse a la orilla.