En diferentes especies de aves con hábitos de crianza cooperativa, los padres y las madres reciben ayuda durante la etapa de desarrollo de las crías. Esto incrementa la longevidad de los progenitores y aumenta la cantidad de nacimientos, según un estudio realizado en conjunto por científicos de las universidades de Lund y Oxford. Los beneficios se observan por igual sobre la supervivencia femenina y masculina de los criadores.

Aunque habitualmente la paternidad y la maternidad son procesos socialmente idealizados, en los cuales aparentemente todo debería ser felicidad y armonía, la realidad suele ser bastante diferente. En la vida cotidiana, la crianza de los hijos supone distintos desafíos y problemas. Y estos inconvenientes no son exclusivos del ser humano: afectan a todas las especies de seres vivos, en mayor o menor medida.

Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Lund, en Suecia, y de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, ha logrado demostrar que una gran ventaja durante el proceso de crianza es disponer de ayudantes voluntariosos y capacitados. Luego de estudiar 23 especies de aves, concluyeron que los hábitos cooperativos que incluyen ayudas para los padres y madres generan notorios beneficios, tanto en cuanto a la supervivencia de los progenitores como con respecto a la reproducción.

Padres y madres que viven más

De acuerdo a una nota de prensa, la investigación incluyó la revisión de datos acumulados en más de 9.000 estudios previos sobre el tema, afianzando la solidez de los resultados obtenidos. Según el estudio, los padres y las madres que reciben ayuda durante la crianza viven en promedio hasta dos años más con relación a lo esperado para su especie.

Este incremento en la supervivencia de las aves sería similar a un plazo de seis años en la vida de un ser humano, de acuerdo a lo indicado por los investigadores. Además, los científicos destacaron que las ventajas no son exclusivas para los progenitores: la crianza cooperativa también incrementa la tasa de reproducción. En consecuencia, los padres viven más y también tienen más hijos.

Según los responsables del estudio, publicado recientemente en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B, la causa principal de estos beneficios es la reducción de la carga de trabajo que insume la crianza. Al delegar parte de la tarea en miembros no reproductivos de la comunidad, los progenitores pueden dedicarse a producir nueva descendencia, alargando al mismo tiempo su vida.

Diferentes comportamientos

Sin embargo, los especialistas destacaron algunas diferencias que se observan en el mundo animal. Algunas especies son más radicales en cuanto a la idea de delegar la crianza en cuidadores, como las hormigas, las termitas y las ratas. En esos casos, los individuos dedicados a procrear olvidan casi por completo sus responsabilidades como padres o madres, orientándose únicamente a generar más descendencia.

El caso de las aves estudiadas, entre las que se encuentran las tetas de cola larga y las currucas, es distinto. Los hábitos de crianza cooperativa no excluyen en este caso la responsabilidad paterna o materna, sino que la complementan mediante la ayuda de otros miembros de la comunidad. Además, el estudio ha comprobado que también es crucial la habilidad de los ayudantes: cuando éstos fallan, los beneficios sobre la supervivencia de los progenitores y sobre la reproducción se diluyen al mismo tiempo.

¿Qué podemos aprender de las aves? Queda claro que el ritmo de vida actual del ser humano obliga a padres y madres a recurrir a diferentes tipos de ayuda durante la crianza de sus hijos. Según los científicos, la clave para obtener los mayores beneficios es saber delegar: con ayudantes dedicados y competentes, la crianza se convertirá en un aprendizaje de vida y dejará de ser una pesada carga diaria.

Referencia

Hard-working helpers contribute to long breeder lifespans in cooperative birds. Philip A. Downing, Ashleigh S. Griffin and Charlie K. Cornwallis. Philosophical Transactions of the Royal Society B (2021).DOI:https://doi.org/10.1098/rstb.2019.0742

Foto: Juliane Liebermann en Unsplash.