Un reciente estudio elaborado por más de 120 investigadores concluye que la suma del cambio climático, la contaminación, el uso insostenible del suelo y los daños al mar, así como la invasión de especies exóticas, han sido subestimados como responsables de las alteraciones que se están produciendo en el Mar Mediterráneo.

La subida de temperatura en el mar Mediterráneo ha alcanzado ya el grado y medio comparado con el periodo preindustrial, mientras que el resto del planeta tan solo se ha excedido en un grado. Sin embargo, por sí solo ello no supone un dato lo suficientemente sólido como para constatar que el Mediterráneo se calienta a un ritmo más acelerado que el resto de regiones, porque, además, no sorprende que así sea. El calentamiento más intenso se produce antes en superficies terrestres y en latitudes altas del globo. Por esta razón, y siendo el Mediterráneo un entorno semicerrado y relativamente poco profundo, es lógico que se caliente más rápido que los océanos.

Pero la temperatura es solo uno de los muchos peligros que acechan a esta parte del mundo, según el artículo publicado en The Conversation. Cuando consideramos el impacto que sufre el Mediterráneo por las múltiples amenazas a las que está expuesto (incendios, sequías, falta de recursos alimentarios, aumento del nivel del mar, daños en la agricultura o impactos en la salud), entonces se puede afirmar que el Mediterráneo está en el ojo del huracán del cambio climático.

Pero regresemos a las temperaturas. El aumento del bochorno y el calor se está convirtiendo en un escenario generalizado en los veranos mediterráneos. Para 2100, los investigadores prevén un escenario en el que la temperatura máxima podría aumentar hasta nada menos que 3,3 grados.

Indudablemente, cuando los termómetros lleguen a esos niveles, las olas de calor se convertirán en un fenómeno cada vez más común, y, además, serán mucho más intensas. Quienes corren más peligro son los habitantes de ciudades, donde las temperaturas se verán amplificadas durante estos picos máximos de calor debido las superficies minerales sobre las que están construidas. Niños, ancianos y personas sin hogar serán los más perjudicados por este calor extremo, cuyos pulmones ya estarán afectados por la contaminación del aire.

El mar no está mucho mejor. Las olas de calor también se notarán en el entorno marino, donde serán más fuertes y frecuentes, acabando con las especies más sensibles a los cambios abruptos.

El efecto del calentamiento en los organismos vivos se ve amplificado por la acidificación del agua de mar que, debido a su mayor alcalinidad, absorbe más CO2 que el océano global.

Además, las especies tropicales que han ido llegando a través del Canal de Suez o el Estrecho de Gibraltar tienden a reemplazar a algunas especies nativas.

Mientras tanto, las zonas costeras se ven fuertemente afectadas por el aumento del nivel del mar, que actualmente se está acelerando (4,8 centímetros en 10 años) y que podría alcanzar entre 40 centímetros a 120 centímetros en 2100, dependiendo del escenario de emisión de gases de efecto invernadero.

Mientras el crecimiento del nivel del mar no supone un gran problema en lugares donde las zonas costeras están poco pobladas, el Mediterráneo es precisamente una de las regiones del mundo más vinculada a la costa. La población, los sistemas agrarios, el patrimonio cultural y gran parte de las infraestructuras se asientan cerca del mar; por lo tanto, una subida del nivel del mar puede ser asoladora. Tenemos el ejemplo del ‘acqua alta’ ocurrido en Venecia en noviembre de 2019, que presagia lo que sucederá cada vez más a menudo en el borde del Mediterráneo durante las inmersiones marinas.

Y mientras el agua del mar se va abriendo camino en la costa, la zona interior cada vez será más árida. Las sequías se acrecentarán durante los meses de verano y habrá un aumento de las lluvias torrenciales y, por tanto, el riesgo de inundaciones en los meses de invierno. Durante este tiempo, la lluvia se reducirá un 4% por cada grado de calentamiento, afectando hasta 180 millones de personas, para quienes la falta de agua será más pronunciada. A su vez, la demanda de agua se incrementará entre un 22% y un 74% hasta 2100, debido a los cambios demográficos, el turismo de masas y el riesgo de la agricultura.

Estos dos riesgos crecientes tendrán otras potenciales víctimas: las especies endémicas. El territorio mediterráneo cuenta con 25.000 especies de plantas, el 60% de las cuales son endémicas. Todos los ecosistemas que conforman, y para los que realizan una importante tarea, se encuentran ahora bajo la triple amenaza de la sequía, el aumento del nivel del mar y la intensificación del uso de la tierra. Todo ello provocará su desaparición progresiva y la pérdida de la inmensa biodiversidad de la que goza la zona.

Artículo original (en inglés): https://theconversation.com/is-the-mediterranean-basin-really-a-hotspot-of-environmental-change-155916

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