Los científicos son unánimes a la hora de augurar una frecuencia cada vez mayor de eventos climáticos extremos: temporales de nieve como Filomena y olas de calor. Sin embargo, el balance final se inclina hacia el calentamiento.

La ola de frío provocada el mes pasado por la borrasca Filomena, que atestó de nieve el centro de la península, ha devuelto protagonismo a los negacionistas, que consideran que este tipo de eventos no es compatible con el calentamiento global. ¿Lo es? La ciencia lo tiene muy claro: sí. Es más, los estudios científicos confirman que el cambio climático ha incrementado la aparición de eventos de temperatura extrema. Así que en el futuro habrá cada vez más olas de calor, pero seguirá habiéndolas también de frío intenso, y más inundaciones y sequías.

El cambio climático que está registrando el planeta tiene especial incidencia en el ciclo hidrológico, acelera la fusión de los glaciares y provoca cambios en los patrones de la lluvia y la nieve. Hay un consenso generalizado entre los científicos sobre el hecho de que los eventos meteorológicos extremos serán cada vez más frecuentes e intensos. Incluso en las regiones templadas, donde se multiplicarán las lluvias torrenciales y las fuertes nevadas. Así las cosas, las olas de frío, lejos de cuestionar el cambio climático, lo corroboran. Son “la otra cara” del calentamiento global.

Los meteorólogos señalan, antes de nada, que debe distinguirse entre tiempo meteorológico y clima, dos conceptos que en la calle suelen confundirse. “De una día a otro el tiempo meteorológico va cambiando según estemos bajo la influencia de una borrasca o un anticiclón, y según de donde nos llega la masa de aire: de nuestras latitudes (normal), de altas latitudes (frío) o de latitudes subtropicales (cálido)”, explica el delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en Asturias, Ángel Gómez Peláez.

El clima surge de las propiedades estadísticas del tiempo meteorológico sobre un periodo de 30 años. “No solo el promedio, sino también la dispersión (rango, desviación típica…) de las variables meteorológicas”, concreta.

Hacia un clima más extremo

“El cambio climático está provocando un aumento de la temperatura media de la atmósfera junto al suelo (o superficie del océano), pero también está haciendo el clima más extremo, por lo que los eventos de frío intenso siguen ocurriendo, aunque con menor frecuencia que los de calor extremo, que han aumentado su frecuencia, intensidad y duración”, resalta Gómez Peláez.

Filomena, en concreto, dejó una nevada histórica en algunas zonas de la Península Ibérica, pero, curiosamente, no en la cornisa cantábrica, ni siquiera en las zonas más altas de la cordillera, donde las precipitaciones de nieve estuvieron durante su paso en sintonía con lo que es habitual en esta época del año. Claro que en esa zona se había estado acumulando nieve desde el 24 de diciembre hasta el 10 de enero, debido a»una serie de episodios próximos entre sí (cuatro en total), manteniéndose las temperaturas bajas entre ellos y por tanto evitando que la nieve se derritiese”, comenta el delegado de la AEMET en Asturias.

El segundo de esos episodios fue debido a la borrasca Bella y el cuarto a Filomena, los dos más intensos. Las temperaturas se mantuvieron muy bajas durante ese periodo de tiempo en las comunidades del Cantábrico porque estuvo llegando “de forma casi continua aire muy frío de origen Ártico”.

¿Por qué Filomena dejó nevadas tan importantes en el interior peninsular? Por el “fuerte contraste entre masas de aire: una muy fría en superficie de origen Ártico y otra poco fría y muy húmeda de origen subtropical que llegó desde el Suroeste y se subió sobre la masa de aire muy fría descargando mucha precipitación que ha llegado en forma de nieve al suelo (no se derritió en su caída) debido a la masa de aire muy fría junto a la superficie”, detalla Gómez Peláez.

Las corrientes atmosféricas, alteradas

La explicación de los meteorólogos coincide con las conclusiones de estudios como uno realizado por la Universidad de Bristol, que ha mostrado cómo el calentamiento global está afectando a los patrones de circulación de las corrientes atmosféricas. El súbito aumento de la temperatura en la estratosfera genera cambios de la circulación del vórtice ártico y el debilitamiento de la corriente en chorro, cuya consecuencia es la llegada de frentes muy fríos a latitudes más al sur de lo habitual. Ello provoca, al encontrarse con una masa de aire más cálida y húmeda, intensas nevadas más al sur de lo habitual. Como la última que ha sufrido España.

Frente a todo ello, Ecologistas en Acción propone planificar y actuar de manera integral, pero no solo desde los estados, tambiéndesde los municipios. Señala como tareas necesarias en el ámbito local: la canalización del agua, la plantación de arbolado, las prioridades de movilidad pública y no contaminante y hallar respuestas a las necesidades básicas de la población, como el acceso a luz, calefacción, agua, salud y alimentación. Muchos pocos hacen un mucho, y todo ayuda, viene a decir la organización conservacionista.

Hay prisa para ponerse manos a la obra: desde que existen registros, en 1850, el año pasado fue el año más cálido de la historia en el mundo, igualado con 2016, según un análisis de la NASA. Y fue el segundo más caluroso en España, solo por detrás de 1961. La temperatura global de la Tierra fue el año pasado 1,02 grados más elevada que la media del periodo 1951-1980, que los científicos dela NASA utilizaron como referencia para su informe. El calentamiento es un hecho.

Según Ecologistas en Acción, los cambios en la circulación de las corrientes de aire que provocan los eventos de temperatura extrema son consecuencia de la continua liberación de gases de efecto invernadero (GEI) provocada por la acción humana. De ahí que reclame elevar aún más la urgencia de afrontar el cambio climático, proponiendo objetivos más decididos y eficientes, que sintonicen con las indicaciones científicas.

En España, por ejemplo, reducir las emisiones de dióxido de carbono, responsable del “efecto invernadero”, y alcanzar en 2040 la neutralidad (emitir la misma cantidad de CO2 a la atmósfera que la que se retira), como recomiendan los científicos, es “un primer paso obligado para combatir el cambio climático y sus efectos más adversos”, entre los que figuran los eventos de temperaturas extremas.