El mar de Laptev, en el Ártico, no se congeló este octubre por primera vez desde que hay registros. Esto puede provocar una cadena de consecuencias ecológicas en todo el planeta. Además, al descongelarse el permafrost (suelo congelado), se liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero que permanecían allí atrapados.

El Ártico se derrite. El hecho en sí es de conocimiento general y ha sido constatado por numerosos estudios científicos. Pero, al margen de la elevación del nivel de las aguas oceánicas en todo el mundo, que amenaza a decenas de miles de localidades y a los cientos de millones de personas viven en ellas, los expertos sospechan que hay otro efecto directo ?y muy preocupante? sobre el calentamiento global.

El permafrost (capa de suelo permanentemente congelado) de las regiones árticas y subárticas almacena enormes cantidades de materia orgánica. Y la subida de la temperatura y el consiguiente deshielo podrían estar provocando su descomposición microbiana y la liberación de gases de efecto invernadero, en especial de metano, que durante milenios habían permanecido retenidos allí. El resultado de todo ello podría ser la aceleración del cambio climático.

Los científicos investigan el asunto con la esperanza de que sus temores no se vean corroborados. Pero auguran que, salvo que se adopten de inmediato medidas correctoras por parte de los gobiernos, seremos testigos en las próximas décadas del primer verano sin hielo en el Ártico, algo que no ha sucedido desde hace decenas de miles de años. Y la fusión del hielo marino del Ártico acarrearía, con toda seguridad, consecuencias catastróficas para el clima y el medio ambiente mundial.

Una de las investigaciones en marcha se desarrolla en lo que los expertos denominan la ‘fábrica de hielo’, el mar de Laptev, que se extiende por la costa de Siberia, entre la península de Taimyr y las islas de Nueva Siberia. La importancia de este mar para el equilibrio ambiental del planeta se debe a que normalmente comienza a congelarse en otoño y durante el invierno ‘bombea’ cientos de miles de kilómetros cuadrados de hielo marino al Océano Ártico (una media de casi medio millón al año), aportando a la vez con ello una ingente cantidad de nutrientes esenciales para el plancton, base de la pirámide trófica del ecosistema marino.

El hielo se va, pero no se recupera

Pero el año pasado Siberia registró una ola de calor sin precedentes y el mar de Laptev no se congeló en octubre por primera vez desde que existen registros. La NASA lanzó una alerta: la producción de hielo estaba siendo “inusualmente lenta”, lo que podría tener graves consecuencias ambientales. De hecho, en septiembre de 2020 las observaciones satelitales realizadas por la NASA constataron que la superficie ocupada por el hielo marino en el Ártico era inusualmente baja, solo superada por el mínimo histórico, registrado en 2012 a causa de una tormenta de verano.

Pero la situación se agravó al mes siguiente: a diferencia de 2012, el océano no experimentó el año pasado su tasa típica de “recongelación”. Como resultado, la extensión del hielo marino en octubre de 2020 fue la más baja registrada desde 1979, cuando comenzaron estas mediciones. El crecimiento del hielo se aceleró a principios de noviembre, pero luego volvió a desacelerarse a principios de diciembre y el ‘rebote’ no fue suficiente para devolver la extensión del hielo “a los niveles normales”, reveló el Observatorio de la Tierra de la NASA.

Un equipo internacional de investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Skolkovo de Moscú protagonizaron una expedición al mar de Laptev y sus vecinos mares de Kara y Siberia Oriental entre los meses de septiembre y noviembre, en la que recogieron muestras de sedimentos del lecho marino. Los primeros datos analizados indican que la temperatura media del mar de Laptev se ha elevado unos cinco grados centígrados en los últimos años, y parecen mostrar que se está registrando una liberación gradual y prolongada de emisiones de gases de efecto invernadero.

Los científicos admiten, no obstante, que los procesos que conducen a cambios en el permafrost ?entre los que señalan la gran cantidad de incendios registrados en Siberia el año pasado? aún no se comprenden del todo bien y que es necesario estudiar mejor la vulnerabilidad del permafrost al deshielo. De ahí que se hayan anunciado ya nuevas expediciones al mar de Laptev para el próximo otoño.

La importancia del permafrost

Sí tienen claro los científicos que el permafrost es una “característica crítica” del paisaje, que asegura la disponibilidad de agua potable, el acceso a las áreas de caza y la recolección y el hábitat de los peces y la vida silvestre en las regiones árticas y subárticas y, por extensión, en todo el planeta. Y que su desaparición resultaría “trágica” para la Tierra.

Mientras tanto, científicos norteamericanos están estudiando también el permafrost, en su caso en Alaska. El Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) ha lanzado una alerta: “El aumento de las temperaturas y los cambios en el régimen de incendios ya están causando un deshielo significativo del permafrost, lo que genera impactos como erosión, deslizamientos de tierra, cambios en el crecimiento de las plantas y daños a las carreteras y otras infraestructuras”.

Durante los últimos seis años, el Alaska Climate Science Center (AK CSC) y la Universidad de Alaska Fairbanks (UAF) han desarrollado también un amplio conjunto de investigaciones relacionadas con los impactos del cambio climático en el permafrost. Tienen como objetivo comprender los vínculos entre el aumento de temperatura, la degradación del permafrost y la formación y erosión de termokarst (terreno caracterizado por superficies muy irregulares de hondonadas pantanosas y pequeñas colinas formadas por el deshielo de permafrost). La Fundación Nacional de Ciencias Estudio del Cambio Ambiental Ártico (SEARCH) quiere ir aún más allá: busca documentar y comprender cómo la degradación en el permafrost cercano a la superficie afectará al Ártico y a todo el planeta.

El temor de los científicos es que se repita este año y en los próximos lo ocurrido en 2020 en el mar de Laptev y en Alaska. Porque la ausencia de hielo provoca que las aguas del Océano Ártico queden expuestas a dosis prolongadas de luz solar, lo que a su vez conduce a temperaturas oceánicas más cálidas y al retraso en la formación de hielo en otoño e invierno. Un circuito de retroalimentación que aceleraría los peligrosos cambios ambientales que ya se están registrando en el Ártico.

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