Calanda es tierra de tradiciones. Se percibe en su ambiente un aura especial, donde se mezclan las culturas. Lo es porque han dejado huella multitud de pueblos que la han habitado, desde los primeros pueblos celtíberos hasta los romanos, los visigodos o los árabes. Cuando ‘rompen la hora’, el ambiente cultural y cinematográfico que se respira por sus calles y el sabor del melocotón de Calanda se unen para hacer las delicias de todo aquel que se acerca. Así, acogedora con los pueblos, Calanda recibe al visitante interesado en conocer esta localidad tan accesible, a tan solo una hora y media de Zaragoza y Teruel, y que aúna una mezcla de sensaciones durante su Semana Santa.

El ‘romper la hora’, desde los balcones

El ‘romper la hora’, desde los balcones

Calandinos rompen la hora antes de la pandemia en la Plaza de España. Foto: Manuel Herrero.

Si algo se conoce en el mundo a Calanda es por el resonar de sus tambores, precisamente en estas fechas de la Semana Santa, en uno de los actos más representativos del territorio aragonés. Por algo pertenece a la Ruta del Tambor y el Bombo del Bajo Aragón. ‘Romper la hora’ es para los calandinos un orgullo, un día de emoción y una unión directa con su pasado. Los 4.000 vecinos de la localidad, junto a familiares, amigos y visitantes, se reúnen habitualmente en el Viernes Santo para emocionarse con el baqueteo y los bordones de la percusión. No obstante, y al igual que ocurrió el año pasado, la pandemia también obliga a las tradiciones a adaptarse. En el 2021 se ‘romperá la hora’ desde los balcones, una estampa que quedará para el recuerdo aunque la vista se ponga ya en volver a disfrutar a pie de calle de la tradición.

El relato que refiere el origen de la percusión en Calanda se encuentra en un libro inédito escrito por José Repolles. Según el autor, en la primavera del 1127, cuando un grupo de cristianos calandinos celebraba las festividades religiosas, una algarada árabe se aproximaba a la población. La leyenda cuenta que un pastor que cuidaba su rebaño en las montañas próximas al pueblo, al ver la galopada, empezó a golpear un rústico pandero para alertar del peligro. Esta señal fue oída por otro pastor que se sumó al primero, hasta llegar el mensaje a los vecinos que enseguida buscaron refugio seguro. La frustrada invasión hizo que los árabes regresaran a su lugar de origen sin obtener botín alguno. Los pastores se reunían todos los años para recordar el suceso, y el evento evolucionó entre algunas censuras y prohibiciones hasta instaurarse como tradición en el siglo XX de la mano del sacerdote Mosén Vicente Allanegui.

El mito de Luis Buñuel

El mito de Luis Buñuel

Busto de Luis Buñuel en Calanda. Foto: KinoJam.

Centro Buñuel de Calanda. Foto: KinoJam.

Pero si hablamos de grandes calandinos de la historia es imprescindible aquel que llevó la localidad hasta Hollywood. El cineasta Luis Buñuel nació en Calanda el 22 de febrero del 1900 y no es solo uno de los mejores y más influyentes directores de cine del mundo, sino que en su obra están presentes símbolos, inspiraciones y tradiciones aragonesas que lo convierten en un icono cultural y una seña de identidad de la tierra.

Así, en recuerdo del cineasta, en su localidad natal se ha consolidado como centro de referencia para conocer la vida y obra del artista, así como el entorno que marcó su obra, el Centro Buñuel Calanda (CBC). Alberga distintos espacios e incluye una exposición permanente dedicada al genial cineasta en la que, mediante el empleo de nuevas tecnologías, todo visitante se acerca a su vida, su universo y su cine.

Además, desde este espacio se desarrollan actividades a lo largo de todo el año en torno a la figura de Buñuel, como el Festival Internacional Buñuel Calanda (FIBC), que proyecta las películas que probablemente le gustaría ver al cineasta.

El afamado Melocotón de Calanda

El afamado Melocotón de Calanda

Calanda, tradición y cultura por bandera. Melocotón en flor y melocotones embolsados. Fotos: Xavi Urrios / Ismael Serrano.

Calanda, tradición y cultura por bandera. Melocotón en flor y melocotones embolsados. Fotos: Xavi Urrios / Ismael Serrano.

Y si hay algo que es diferente, único y auténtico en la localidad de Calanda, eso son sus afamados melocotones, algunos de los cuales pertenecen a la denominación de origen. Para garantizar sus propiedades, estos son mimados en el campo con la técnica del ‘aclareo’: quitar el 70% de los frutos del árbol hasta dejar una distancia de 20 centímetros entre fruto y fruto. Esta original técnica de cultivo da como resultado productos más voluminosos y carnosos y, en definitiva, mucho más apetitosos. La etiqueta negra que los diferencia significa que, como mínimo, su diámetro será 73 milímetros.

La recolección del melocotón de en la localidad se lleva a cabo entre los meses de julio y octubre, vigilando los agricultores con gran énfasis su estado óptimo de maduración para ofrecer un producto de la máxima calidad. Toda la producción de fruta se lleva a cabo mediante el método integrado, que trata de respetar el medio ambiente y asegura a largo plazo una agricultura sostenible.

Además, el paisaje cambia mucho durante el año: desde los árboles sin hojas del invierno se pasa al rosa de las flores durante finales de febrero y marzo, para pintarse de verde en verano (al que se añade el blanco de las bolsas que envuelven el fruto), y teñirse de marrón en otoño con las hojas que se empiezan a secar. Aunque en los últimos tiempos se ha apostado por el nuevo regadío, el tradicional continúa siendo en los valles del Guadalope y Guadalopillo, que bordean las sierras que rodean el pueblo. También se utilizan sistemas de riego con siglos de antigüedad, como da testimonio el Acueducto de Los Arcos, de época islámica, o la red de acequias. Todo ello subraya que los actuales agricultores de Calanda son herederos de una longeva tradición.