La Mezquita-Catedral no solo es el emblema y el corazón vibrante de la ciudad, sino también el espejo en el que es posible contemplar y conocer una rica trayectoria histórica que trasciende sus límites geográficos hasta alcanzar un carácter universal. Nos encontramos ante un testimonio de excepción, un documento único que resume como pocos el devenir de nuestra historia. Se trata, sin lugar a dudas, de un testimonio irrepetible en el que confluyen los más diversos estilos artísticos. Los influjos de Roma, de Siria y de Bizancio se hacen presentes en un edificio que encuentra también su expresión en el arte visigodo, califal, renacentista y barroco.

No cabe duda que la Mezquita-Catedral es un edificio vivo, dinámico y cambiante. Pero, ¿qué hace realmente único a este edificio? Su capacidad para emocionar a lo largo de todos los días de su existencia. Es esta emoción íntima es la que ha motivado la construcción de este espacio sagrado en el que todas las culturas percibieron su capacidad para expresarse y para conmover a todo aquel que lo admira.