Desde Corazonaria, su primera exposición individual hace veinte años, la creadora turolense Ángeles Pérez (Teruel, 1956) ha venido enriqueciendo su proceder técnico y su lenguaje plástico, evolucionando desde un fotografía figurativa y detallista, caracterizada por una gran capacidad creativa e imaginativa, hasta una obra prácticamente abstracta, en la que, mediante un tratamiento lumínico personal, introduce múltiples matices.

Más de cuarenta fotografías permiten obtener una amplia visión de los distintos momentos y procesos creativos: el paso de la fotografía analógica a la fotografía digital, la constante indagación en aspectos formales y compositivos incorporando nuevos y originales formatos, el control de la luz que ha derivado de mera herramienta a auténtica protagonista y, especialmente, un progresivo alejamiento de una fotografía centrada en la captación objetiva en favor de un imaginario personal más sugerente.

«Hacia la abstracción por el paisaje» cuenta con una selección de obras pertenecientes a las series más representativas, desde Un haz de luz (2000), punto de referencia en las indagaciones formales, expresivas y simbólicas en torno a la luz, pasando por series más poéticas como Corazonaria (2002), Supongamos que es primavera (2006), Vanos (2005) o Interior Bosque (2008), hasta llegar, en la década siguiente, a una obra centrada en la naturaleza, real o inventada, de una calidad técnica y formal indiscutible, de gran sensibilidad, como se advierte en las series Sobre sombras y Paisajes de interior, ambas de 2015.

En Cruzar el Viaducto (2018), proyecto de fotografía y video ligado a este referente icónico de la ciudad de Teruel, la artista muestra su sensibilidad e interés hacia una fotografía entendida más como documento sociocultural que como obra de arte en sí, señalando otra de las vertientes de esta autora, siempre sensible a su contexto.

La obra actual desvela el interés que el paisaje ha venido tomando en su repertorio. El dominio técnico y formal, y las posibilidades que el mundo digital concede, han favorecido que su obra sea, aún si cabe, más libre y sugerente, pero también más reflexiva y comprometida con el entorno natural, su deterioro y su urgente recuperación. En este sentido, la serie Crash mantiene la idea romántica del fragmento, una deconstrucción fotográfica cargada de significados para recomponer y proponer paisajes perdidos. Pero también las hermosas Caligrafías blanca, verde y roja y la sonoridad de Komorebi o Hanami, desde la originalidad de sus formatos apaisados, enlazan con la tradición y los principios de la estética japonesa. Por último, Nocturno, obra que se ha convertido en la imagen de esta muestra y donde solo a través del silencio más absoluto de la contemplación, se puede llegar a rozar la esencialidad de la naturaleza, a intuir ese lenguaje callado con el que se comunican con nosotros.

La exposición cuenta con un excelente catálogo de imágenes acompañadas de textos de Antonio Castellote, Nacho Escuín, Alejandro Ratia, Gonzalo Tena y Santiago Martínez, Comisario del proyecto.