Vemos en escena a cinco hombres. Son normales, están subidos en un escenario. Cada uno distinto y todos iguales. Se cuidan, se empujan y celebran juntos. Están lanzando cuchillos contra su propia sombra, mirando para sí, moviendo los focos para iluminar espacios distintos, mostrando su intimidad, y desnudándose para escuchar. Hombres que se cuestionan constantemente, pero se regodean en su propia identidad son, al fin y al cabo, cinco hombres.