En los primeros años del pasado siglo, Don Antonio Pié Lacruz, empresario y banquero oscense, detectó una vía de negocio en la explotación cinematográfica, y se planteó la construcción de un teatro, céntrico y dotado de las mejores condiciones para su uso, tanto teatral como cinematográfico. Disponía de dos fincas situadas en el Coso Alto, números 44 y 46, enfrente de donde se ubicaba el Gobierno Civil. En 1917 se hace con el número 48 de la misma calle, de tal forma que consigue un amplio terreno que llega, además, hasta la calle Sancho Abarca en cuanto a fondo. Conseguido un solar más o menos uniforme, y con la clara intención de construir un teatro que esté en funcionamiento a la mayor brevedad, recaba el concurso de varios arquitectos para que le presenten sus proyectos. Constan los presentados por los arquitectos Roberto García Ochoa, Teodoro Ríos y Francisco Lamolla, los dos primeros de Zaragoza, y el último afincado en Huesca. Desconocemos los motivos, pero el proyecto de construcción del teatro se paralizó, y otros empresarios oscenses, los hermanos Aventín, se adelantaron, construyendo el Teatro Odeón, que fue inaugurado el 7 de Agosto de 1919. Posteriormente, don Antonio Pié presenta en 1923 un nuevo proyecto, firmado por los arquitectos oscenses Bruno Farina y Enrique Vicenti aunque, según parece, se debe al coronel Agustín Loscertales, ingeniero y no arquitecto, por lo que no podía firmar el proyecto. Por otra parte, el primero era arquitecto municipal en ese momento, así que debería constar la firma del segundo para evitar problemas de incompatibilidades. El aforo del teatro es de 990 localidades, divididas en dos plantas: la principal, que corresponde al patio de butacas, y la segunda, con un anfiteatro y plateas. El escenario se sitúa hacia el Coso Alto, separado de la calle por el vestíbulo, con los accesos al patio de butacas a ambos lados del mismo. Desde aquí se accede así mismo a los pasillo de servicio, en los cuales se colocan las escaleras que dan al anfiteatro. La cabina, perfectamente recogida en el proyecto, se sitúa hacia la calle Sancho Abarca, con acceso directo desde la misma para favorecer la seguridad. En cuanto a la decoración interior, se plantea con sencillas molduras en torno a la boca del escenario y, sobre éste, una serie de guirnaldas y putti a lo largo de toda la fachada. La fachada principal se proyecta bajo órdenes clásicos, al modo de un templo griego con ocho columnas estriadas de orden jónico, y una cartela central tras la que emerge la cabeza de un fauno, como alegoría del teatro. El estreno del local se llevó a cabo el día 7 de Junio de 1925, con la proyección de la película Para toda la vida, basada en una obra de Jacinto Benavente. Como curiosidad, debemos señalar que desde días antes hubo una amplía campaña publicitaria por parte de la empresa propietaria del Olimpia, con la correspondiente contrapublicidad del Teatro Odeón, que ese mismo día estrenó El Jorobado de Nuestra Señora de París, avisando de que era el único día que pasaría el inicio de esta película, e insertando en la primera página de El Diario de Huesca una llamativa publicidad en tinta roja sobreimpresionada encima de las noticias propias del día. El acto oficial se produjo con la actuación. El día 9 de Junio, de la compañía de ópera del Teatro Real de Madrid, con la presencia estelar del tenor altoaragonés Miguel Fleta, si bien, incluso en los programas, estaban estampadas las fechas del 3 y 4 del mismo mes. El día del estreno interpretó La Bohème, de Puccini, con una fría respuesta del público, en absoluto acostumbrado a este género. El día 10 se programó Rigoletto, de Verdi, y el éxito fue tan impresionante que se convenció a Fleta de que hiciera una actuación más, el 11 de Junio, en la que interpretó una serie variada de conocidas canciones populares y de zarzuela y ópera. Posteriormente, el día 25 de Junio, tuvo lugar una actuación de la Orquesta Sinfónica de Madrid, también dentro de los actos de inauguración. La puesta en funcionamiento de este edificio, cuyo interior parece inspirado sin duda en el Monumental Cinema de Madrid, fue comentada en parte de la prensa especializada nacional. Durante el asedio de la ciudad por tropas republicanas en la Guerra Civil, fue bombardeado el edificio, afectando principalmente al escenario y fachada, cuyo frontón fue reconstruido, pero alterando las figuras escultóricas existentes.Definitivamente cierra sus puertas en 2003, tras casi ochenta años de continuada presencia en la vida cultural altoaragonesa. Cine, teatro, ópera y zarzuela, revistas musicales, juegos florales, incluso exhibiciones de gimnasia deportiva, ocuparon y distrajeron a varias generaciones de espectadores. Tras la adquisición de un solar colindante, en 2005 comienza una profunda rehabilitación, auspiciada por la Fundación Anselmo Pié Sopena, que pretende devolverle su protagonismo cultural.