Oliver Laxe (París, 1982) es el único español que ha sido premiado en el Festival de Cannes en todas las ocasiones que ha participado y también el único residente de una pequeña aldea de Lugo, Vilela, donde vive desde hace dos años sin apenas internet ni cobertura. Es puro contraste aunque, cuando habla, todo parece cobrar sentido.

El director de O que arde (2019), ganadora de dos Goya, reside en una casa familiar, Casa Quindós, que ha restaurado y convertido en un centro de desarrollo rural y cultural. Por ello rechaza sentirse como un anacoreta que se aleja del mundanal ruido sino que verdaderamente ha encontrado su lugar. "Tengo esa certeza en el corazón".

Ahora pastorea, enseña y construye en el campo; en su casa siempre hay algo humeante en el fuego y es lugar para todo el que esté de paso. Durante la entrevista con La Opinión de Málaga el día en el que se le hará entrega del Premio Málaga Talent junto al Festival de Cine, admite que hay veces que "se ha olvidado" de que es cineasta aunque sigue centrado en mostrar, evocar, "quitar velos". Con todo, su próxima película estará lejos de Galicia, se sitúa entre Marruecos y Mauritania.

¿Sigue siendo el único residente de Vilela?

Está a puntito de venir una familia. Y después es un sitio de paso, donde siempre hay una pota de caldo calentita y muchos viajeros que vienen.

¿Cómo se apaña viviendo sin internet, sin cobertura?

Tengo internet, muy poquito. Hace poco hicimos gestiones para tener una antena y me han contestado un mensaje que me encantaría enmarcarlo; dicen que por ser una zona de especial fauna y flora no es posible poner una antena. Entonces, por un lado, me frustra un poquitito, no mucho... pero por otro, digo qué bien vivir en un sitio así y qué bien que esté prohibido, que por impacto ambiental se prohíba poner antenas. Que haya sitio de resistencias ante esta decadencia.

¿Llega a experimentar la vida en soledad en Vilela?

Es que no creo en la soledad. Creo que es un estado del ser pleno. Ya tengo casi 40 años, no sé, es que está todo dentro. Entonces en Vilela es que estoy pleno, además, siento que pertenezco a ese sitio, sé que estoy en el sitio en el que tengo que estar, haciendo lo que tengo que hacer, tengo esa certeza en el corazón. Siento ese sitio como si fuera parte de mi cuerpo, incluso si yo no estoy en ese sitio, siento el sitio. Eso te quita muchas preguntas en tu cabeza. ¿Y por qué no estás en otro lado? ¿Por qué no haces eso para llegar a no sé donde...? Como que los deseos y las proyecciones góticas se silencian.

Cuando se le escucha hablar de Vilela se viene a la mente ese tópico literario del beatus ille, "dichoso aquel que huye del mundanal ruido". ¿Considera que eso le define?

No, porque hay que aprender a vivir en este mundo sin ser de este mundo. No hay escapismo en mi vida allí, al contrario, sigo mi rol, mi dimensión como cineasta sigue estando ahí. Estoy haciendo gestión cultural... nunca he estado tan vinculado a mi sociedad, a mi tiempo, a mi generación como ahora. Soy gestor cultural , hago desarrollo rural, organizo conferencias, hay un cine club en la palleira de mi casa, en dos semanas tenemos un ciclo de conferencias sobre pastoreo intensivo rotacional, con demostración de maquinaria para desbroces en altura, apicultura ecológica... creo que equilibrio bien. Digamos que este arquetipo, este mito del anacoreta que se va, que se refugia en el desierto, en la naturaleza... es perverso, es malo para el ego. Solo es en comunidad cuando puedes vigilarte y en el choque con otras personas puedes crecer.

¿Cómo va su proyecto en Casa Quindós?

Bien. He tenido a 15 jóvenes estudiantes de cine en mi casa, durante dos semanas. Imagínate si no estoy alejado del mundanal ruido. Estoy de pleno conviviendo, observándome.

Es un proyecto que ha tenido el apoyo de la Xunta de Galicia, con financiación europea... ¿Cómo se va a mantener?

Desde la Asociación SER, que es el nombre del río que pasa por al lado de Ancares, está localizado el talento local, gente que está un poco como yo retornada o que seguía en el territorio, joven... que han dado un paso adelante y que van a llevar la asociación conmigo. Somos de alguna manera una suerte de ayuntamiento en la sombra porque, hoy en día, con un poco de atrevimiento se pueden hacer cosas muy interesantes en el rural. Trabajar con Europa, cooperar... está todo por hacer.

¿Cuándo siente ese "crack" en su interior para volcarse en esto por encima del cine, de Cannes, de los Goya...?

Para empezar nunca me he ido. Yo no he cambiado. Precisamente si me va bien es porque sigo siendo el mismo niño que ve las cosas con el asombro de la primera vez. Y precisamente me he abandonado a eso. Yo cuando era pequeño recuerdo fascinarme con crear una casa rural allí con una vecina, o sea, siempre he querido vivir allí. Entonces no hay un "crack", hay simplemente quitarse velos poco a poco y asumirse. Yo soy de allí, ese es el sitio que me toca y punto, y voy a intentar hacerlo sacrificando lo que sea. Y creo que lo que yo siento no es una cosa muy rara, es algo ya de nuestro tiempo, de nuestra generación, de nuestra sociedad... ahora recibo más emails de gente que encuentra identificación, que empatiza con la casa de mis abuelos que con mi dimensión de cineasta.

Ha vivido en muchos sitios, en París, en Marruecos... pero, por lo que dice, Vilela es su último puerto, su destino.

Yo viviría en cualquier lado. Sí que noto que tengo mucho apego con Vilela y me imagino que la vida en algún momento me pondrá un test para trabajar ese apego, o sea, algo va a pasar, alguna prueba tiene que venir, porque la vida es así, hay curvas.

¿Una prueba de qué tipo?

Pues no sé, un incendio, por ejemplo.

Pero eso sería algo que le expulsa, no algo de fuera que le atrae.

Bueno, la vida hace test. Problemas de salud, yo el año pasado he tenido un desprendimiento de retina y he perdido visión en un ojo... yo que sé, la vida, que tiene piedrecitas en el camino. Las vistas siempre son bonitas. No sé, no me proyecto a fuera, yo estoy bien, intento estar bien, entonces me da igual, donde esté estaré bien y, si no lo estoy, es que hay algo que tengo que trabajar.

Después de esta inmersión, de esta conexión con la naturaleza, hoy está a más de 1.000 kilómetros, de nuevo delante de los focos, aquí en un hotel de cuatro estrellas. ¿Cómo se digiere esta antítesis?

Es que llevo desde los 25 años yendo a festivales y yendo a Cannes, que es el festival, el escenario, el escaparate más demencial en ese sentido, más grande... es que no es real esto, y en cambio la gente es muy real. La gente que hace películas, que se esfuerza, que se sacrifica para tener aquí sus pelis... hacer una peli lleva cuatro o cinco años, a los que nos cuesta financiarlas por lo menos. Pones las cosas en su lugar. Para bien o para mal, el cine y la frontera entre el arte y el espectáculo es ambigua y muchas veces parece que el star system toma todo el protagonismo, pero yo creo que no es la pose lo más importante en el cine sino el alma, si la hay. Hoy en día estamos muy velados, yo creo que principalmente los artistas estamos trabajando desde el ego no desde el alma, desde la esencia. Un 95% del cine que se hace o evoca destrucción o evoca distracción, y tenemos esencia y grandes capacidades lo que pasa es que están muy veladas, estamos muy disociados.

En O que arde habla de la fractura que tiene el campo, de la diáspora de su gente que se va a grandes urbes o a zonas costeras en busca de oportunidades. También presenta el turismo rural que no llega a gustar a los lugareños.

Eso lo dice el personaje de mi peli, pero no quiere decir que yo piense eso. Sí creo que el turismo es una de las patas de desarrollo rural, el problema es que se cree que es la única que hay, no está mal que haya gente que venga, que consuma... y a la gente le hace ilusión que la visiten también. No es la única solución, son los problemas estructurales del campo, que hay paradores y castillos que se han rehabilitado pero que no estructuran los pueblos donde están, no generan puestos de trabajo, no fijan población, que es el gran problema, el reto demográfico... es como muy estacional el turismo, no es un buen enraizamiento.

Rescato esta frase de Tarkovski, un referente suyo, que dice que los "artistas existen porque el mundo no es perfecto". Usted dice que le atrae la gente rota, que no se aprueba en la sociedad. Desde luego, el cine como usted lo entiende no es evasión, es algo más.

Hay una frase que me gusta mucho de Rumi, un místico persa que dice que la verdad es un espejo que cae al suelo y se rompe en pedazos, y cada uno de nosotros coge uno de esos pedazos y se mira a ese espejo, a ese trocito, creyendo que esa es la verdad. Nuestra sociedad es así, somos muy juzgadores, somos muy intolerantes, yo soy muy intolerante... yo creo que el rol del artista sería pegar esos trocitos de espejo para que la gente se mire y entienda que hay diferentes miradas. Por lo menos mostrar que la vida es compleja, evocar, mostrar, no decir, que es diferente. Yo creo que un gran problema que tiene el cine hoy en día es que es demasiado semántico, es un cine tesis, es como una ideología expresada en imágenes, cuando en el fondo se trata de la evocación, de lo no dicho, de lo ambiguo, de lo esotérico, de lo femenino, de lo polisémico.

El Premio Málaga Talent trata de ser un impulso para artistas con una carrera prometedora. Pero siempre dice que hará cine cuando sienta la necesidad. Le pregunto, ¿Siente Oliver Laxe la necesidad de hacer cine?

Sí, pero los días duran lo que duran y ahora estoy con otras prioridades. Y me había olvidado de que soy cineasta. Ahora vengo al festival y todo el mundo me dice, "oye, cuando haces la siguiente peli" y digo, "¡es verdad". Pero sí, estoy trabajando en una cosa. Pero todo lo que estoy haciendo allí es parte de mi dimensión como cineasta, yo creo que estoy trabajandome a mí mismo. Tiene que haber momentos de contracción para después, con tu peli, estar en un momento más expansivo y de compartir y de dar. Ahora mismo lo que hago es eso, trabajar mi mirada sobre el mundo, aunque sea desde la retaguardia.

¿Y será en Os Ancares?

Antes voy a hacer otra película. Me vuelvo a Marruecos, y a Mauritania. Una peli muy de género. Estoy bastante optimista.

¿Nos puede desvelar algo?

Sí, es una road movie entre Marruecos y Mauritania, es una peli de aventuras, de unos jóvenes que se pierden en el desierto. Es una película propia de aventuras, pero sobre todo de interiores, muy iniciática. Busca una suerte de grial, vamos a decir, que encontrarán espero, más cerca de lo que ellos creían.

La última. ¿De esta salimos mejores?

Sí, sí. El mundo está bien hecho y nos va a hacer madurar. Está bien que duela un poco. Me parece que no era normal la vida antes, una vida esterilizada, en un invernadero. Ahora es un momento de verdad, eso nos hará crecer y madurar. Bienvenidas las pruebas.