Escribo estas líneas mientras da comienzo para mí una nueva aventura, la Brandy Revolution, donde trataremos junto a Osborne de enamorar al país de un producto tan nuestro y valioso como es el Brandy de Jerez.

Antes de empezar a recorrer todos los rincones de España, me sumerjo en un análisis interno, introspectiva donde busco lo que es para mí este producto, gustativamente y emocionalmente.

Para mí es sobremesa, es yo de niño, por tanto, es pasado, es familia, café y conversaciones aburridas de adultos, pero parece ser que es muchísimo más.

Cuando crecí, mis gustos adquiridos me llevaron de golpe al whisky escocés, líquido que a día de hoy amo sobre todos los demás por su complejidad y delicadeza, también porque fue asociado a elegancia, y porque fue el único que siempre me sentó bien.

La realidad es que nunca le di una oportunidad real al brandy, pero, ¿por qué? Supongo que como la gran mayoría de ustedes veía este producto como algo muy alejado a mi ser de joven, cuando en realidad es todo lo contrario.

¿Y cómo ven los demás el brandy?

Viejuno, pasado de moda y terriblemente fuerte. Una copa pequeña donde se servía un alcohol barato y malo, que solo bebían los abuelos mientras jugaban la partida de la tarde y la habitación se llenaba del humo de faria.

Tristemente esta es la visión de bastante gente con la que he hablado, también impulsada por terribles anuncios que hoy nos dejarían con la boca abierta y que seguramente lograrían que algunas marcas tuvieran que cerrar por numerosas denuncias y pésima imagen. Les invito a buscar en YouTube anuncios antiguos de brandy, créanme que merece la pena. Pero que tengamos una visión sobre algo no quiere decir que sea cierto.

También está la otra cara, aquellas personas que me han asegurado que les gusta el brandy lo han hecho con un brillo en los ojos como pocas veces he visto.

Es un producto que realmente enamora cuando se entiende, pero, ¿cómo te enamoras de una bebida? Bueno, pues esa será la labor de mi compañera Raquel Espolio y un servidor.

Yo personalmente sigo una "ley" cuando alguien me habla mal de otra persona, si tengo la oportunidad trato de conocer a aquel que ha sido blanco de la furia de otros, y suelo llevarme sorpresas. Ni lo bueno es tan bueno, ni lo malo es tan malo.

Esto puede pasar con todo, también con las bebidas. Debemos dar una oportunidad a aquellas bebidas que creemos que no nos van a gustar, pues igual que nosotros vamos cambiando con los años también lo hacen nuestros gustos.

Les recomendaría lo mismo de siempre, prueben calidad, no todo vale con los destilados, nadie se enamora de una ginebra, whisky, ron o tequila de pésima calidad.

A mí personalmente me enamoró un "Carlos I" finalizado en barrica de amontillado, ¡una auténtica locura!

También el finalizado en barrica de PX, estaba delicioso, pero me pareció más apropiado para el bebedor de ron, como yo me decanto por escocia el amontillado me encajó a la perfección.

Esto no era lo que pensaba, porque antes de probarlos habría apostado todo a que me quedaría con el PX, pero… si pruebas te sorprendes y aprendes. Y si hablamos de “1866 brandy” podría competir con los mejores rones y whiskies del mundo, pero no le estaríamos dando el valor que se merece.

Bodegas Osborne. Servicio Especial

Si son bebedores de whisky o ron pueden probar a beber un buen brandy, como beberían el whisky o el ron, sin miedo, mezclado, solo, con hielo, en cóctel, como sea, y a ver qué pasa. Les aseguro que para muchos de ustedes será una grata sorpresa.

Por eso para la receta de esta semana les propongo algo sumamente sencillo:

  • 50 ml de Brandy Carlos I
  • 200ml de Coca-Cola o del refresco que más les guste.
  • Piel de naranja o piel de limón dependiendo del refresco usado.

Sumamente sencillo, nuestro y sorprendente.