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La opinión de Urtasun: Fantasmas

Las fantasmagóricas cocinas, en las que se guisa pero no se come, son la lógica finalización de esa tendencia a la cocina industrial

El producto de estas cocinas fantasma es entregado por 'riders'. Jaime Galindo

Buena noticia es que el Ayuntamiento de Zaragoza se apreste a regular la normativa de las denominadas cocinas fantasma –mejor nombre que 'dark kitchen'–, esas instalaciones en las que se guisa, pero no se come. Similar a lo que antes se denominaban cocinas centrales y estaban destinadas a elaborar comida para un colectivo –hospitales, residencias– o para el servicio de cáterin, como sucede en numerosas celebraciones en fincas.

Pero estas fantasmagóricas cocinas resultan novedosas, dado que el producto de su trabajo está dirigido a los particulares, a los que sirven a través de esos mensajeros –'riders' los llaman también– que inundan nuestras calzadas y aceras de patinetes, bicicletas y motos. Es el 'delivery', amigo. Por lo que tienden a ubicarse en el centro de las ciudades y no en polígonos industriales, cuyos suelos les resultarían más baratos. Cuanto más cerca estén, antes llegarán al domicilio de ese impaciente cliente que quiere ¿degustar? su comida de inmediato, como si no hubiera un mañana.

El fenómeno no es más que la lógica finalización de esa tendencia a la cocina industrial que, ¡ojo!, no necesariamente ha de ser mala o poco saludable. ¿Cuántas croquetas caseras se elaboran en una nave industrial? Miles. Incluso las máquinas ya están diseñadas para que salgan irregulares. Y las cuarta y quinta gama, los preparados, cada vez abundan más en todas las cocinas, profesionales y domésticas.

No es casual la profusión de palabras extranjeras en esta columna, pues este fenómeno nos es culturalmente ajeno. En este mundo mediterráneo, cada vez más anglosajón, la comida va asociada al placer y la compañía, a la urbe o la plaza del pueblo, a compartir. A esos bares y restaurantes en los que, con menor o mayor acierto, se cocina cada día.

Al menos han legislado a tiempo para que no invadan la ciudad y se instalen bien lejos de las residencias. Si el ramen le llega frío, pues se lo calienta en el microondas. Y cuando, por lo que sea, el servicio no funcione, siempre le quedará bajarse al bar o al restaurante, si es queda alguno cerca.

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