En la Antigua Grecia al estado de 'ebriedad consciente' se le llamaba Sobria Ebrietas. Es ese punto donde el alcohol ha logrado romper alguna de las barreras autoimpuestas, miedos, inseguridades, timidez, etc, pero sigues siendo plenamente consciente.

Seamos sinceros, hoy en día, el consumo de alcohol está cada vez peor visto. Vivimos en el momento del culto al cuerpo y la filosofía 'healthy', los batidos de verduras hoy resultan 'apetecibles' para más personas, y preguntas por tónicas sin azúcar para el gin&tonic se vuelven más y más comunes.

Hoy en día la Sobria Ebrietas para muchas personas no sería algo positivo, pero claramente yo me opongo a semejante negación. Antonio Escohotado explica que "la diferencia entre uso y abuso determina su utilidad o peligro", y está en lo cierto, pues sin duda el problema radica en el uso que hacemos del alcohol.

Varios factores interfieren en esta 'consciencia', cantidad y calidad son los más obvios.

Calidad, no la desarrollaré mucho, pues me parece obvio que se debe beber bueno, entendemos que partir de beber algo malo no va a llevar nada bueno.

Cantidad, la justa, debemos contenernos, es curioso, pero si queremos estar en esa consciencia debemos saber controlar las ganas de más, en el caso del alcohol el control está ligado al disfrute, por ejemplo, me gusta el champagne, lo disfruto, pero no disfrutaría de beberme 20 botellas en soledad.

Soledad, otro factor que se asocia al mal consumo, entendiendo que la parte social es clave y sana, pero... también existen matices, por ejemplo... la situación de beberme un whisky, en la soledad de mi casa, con un vinilo antiguo de B.B. King, arropado por la comodidad de mi sofá cobra otra perspectiva, no será bueno para mi salud física, pero para mi salud mental es más que necesario.

El whisky ha pasado a formar parte de un todo, el sofá, el olor del viejo vinilo, el tiempo que se detiene bajo la luz del flexo, el whisky no es el fin, ni lo son los efectos que este provoca en mí.

Cantidad y calidad, equilibrio, como en todo.

Pensemos en el sexo, el culmen del placer se podría asociar el orgasmo, unos segundos de máxima intensidad, pero el placer del sexo no se limita al orgasmo, si pensásemos esto estaríamos obviando toda la parte previa del proceso que lleva hasta el máximo del acto.

¿Nos podemos imaginar un orgasmo de una hora de duración? Buff... mejor no. Pues lo mismo con la bebida, todo tiene su medida y su equilibrio, cada uno tenemos el nuestro, debemos conocer nuestro cuerpo y aprender a respetarlo y cuidarlo.

Sobria Ebrietas, sobrios pero ebrios.