Enrique Rubio y Elena Gimeno dirigen la Fonda Rubio, después de haber tomado las riendas de un establecimiento, abierto por la familia Rubio en 1968. Lo que en un principio fue una posada de carreteros ha sido reconvertida en un pequeño restaurante con distintos salones en los que no falta la cerámica tradicional de Muel.

La línea de trabajo tiene dos vertientes. Por un lado, Enrique se encarga de plantear la cocina más conservadora y tradicional aragonesa y, de otra parte, Elena, su mujer, incorpora nuevos conceptos. Por este motivo, la carta que presentan mantiene dos directrices: la clásica y la renovada. De esta manera, destacan las migas con uva, así como un acertado guiso de patatas con longaniza, en los primeros platos. Los segundos salen mayoritariamente de la brasa del restaurante, que mantiene todavía el sarmiento sin necesidad de recurrir al carbón. Las costillas de cordero con patatas panadera resultan estupendas, al igual que el pollo a la chilindrón o los tiernísimos jarretes guisados. Y dentro de lo que son postres, además del melocotón con vino, destacan los crespillos rellenos de mostillo o un flan casero.

Sin embargo, Elena Gimeno se encarga de incorporar nuevas ideas que mantienen a la Fonda Rubio en constante movimiento. Como aperitivos, propone una anchoa con helado de aceitunas muy refrescante para esta temporada, y un vaso de jamón con tomate, entre otros. Le siguen dos ensaladas, una de bacalao y otra de lentejas.

Como platos fuertes destacan, entre otros, un guiso que combina sepia y mejillones con guisantes y una merluza rellena con crema de marisco y txangurro dentro de la sección de pescados. De las carnes llama la atención el solomillo con salsa de setas o pollo de corral en salsa de cava y pasas. Tarta de melocotón y crema de almendras o flan de boniato con chocolate son los postres más sonados.