De la noche a la mañana, 'La chica de nieve' se ha convertido en el último pelotazo español de Netflix. Probablemente no será una 'Casa de papel' o 'Élite', pero ha dejado buenos números. La novela de Javier Castillo fue una de las más leídas durante el confinamiento y su impacto se ha multiplicado ahora que se ha convertido en serie de televisión. La verdad es que esta adaptación lo tenía todo de cara. Una historia no demasiado larga, perfecta para ser maratoneada en un solo fin de semana, pero sobre todo que atrapa, a pesar de que tengamos la sensación de haber visto lo que nos cuenta demasiadas veces. La mayor pega viene de lo que le suele pasar a otras series de Netflix. Un fast food que deja buen sabor de boca pero que se olvida rápido. Con la acumulación de títulos y estrenos que nos llegan cada día, tanto en esa plataforma como en las de la competencia, corre el riesgo de abandonar pronto el centro de las conversaciones seriéfilas una vez superado el impacto inicial.

Aunque se nos presenta con el envoltorio de una miniserie cerrada, La chica de nieve viene con vocación de quedarse. En plena polémica por la política de cancelaciones repentinas de la plataforma, la serie aspira a ser renovada con una segunda entrega. Sobre todo, porque ya hay otro libro escrito ('El juego del alma') que continúa con ese 'cliffhanger' que nos ha dejado la primera temporada. A medida que llega el final nos hemos dado cuenta de que había cabos sueltos que se quedaban en el tintero dentro de la otra historia que se nos ha contado. La violación de su protagonista. Y todavía tenemos anunciado un tercer libro.

Milena Smit interpreta a Miren Rojo, una periodista en prácticas que investiga la desaparición de una niña en la Cabalgata de Reyes de Málaga. El arco de la historia abarca casi diez años, por lo que no sé si es muy correcto seguir hablando del personaje como periodista en prácticas. Pero en un trabajo con tantas miserias como éste, cualquiera sabe. El personaje de Miren afronta su propio trauma, haber sido víctima de una salvaje agresión sexual, hecho que causará que se implique mucho más de lo recomendado en el secuestro de la pequeña. Su investigación la hará descender por un submundo de perversión y lleno de hombres que no amaban a las mujeres. Porque La chica de nieve está lleno de pequeños guiños a la saga de novelas suecas 'Millenium'. Miren es nuestra Lisbeth Salander patria, bajo cuya apariencia de fragilidad y de chica rara, se oculta una gran tenacidad y un olfato para descubrir las pistas que lleven a la resolución del caso, haciendo frente a los agresores sexuales a quienes ha declarado la guerra.

Otro de los grandes aciertos de la serie es la aparición de José Coronado, como mentor de la protagonista. Puede que su papel no tenga más relevancia en la trama que el de ser el referente de la figura paterna de Miren, pero nos recuerda a aquellos viejos tiempos en que el actor era el protagonista de la serie 'Periodistas' de Telecinco interpretando a Luis Sanz, jefe de local de un periódico ficticio llamado la Crónica Universal. Qué tiempos. Cuando tu pantalla amiga era la cadena de las series. Llevábamos tanto tiempo viendo a Coronado interpretando papeles de malvado o personajes ambiguos, que se nos olvidaban sus años de galán del cine español.

A lo largo de los seis episodios de la miniserie, la investigación por la desaparición de la pequeña adentra a los protagonistas en un sórdido mundo de pederastas. Miren trata de encontrar respuestas a lo que le pasó a ella encontrando a la pequeña, sin saber realmente si existe alguna relación entre un caso y otro. Como es clásico en el modelo de Netflix, las respuestas no llegarán hasta el penúltimo episodio. Uno de esos capítulos flashback en los que hacemos un repaso a todo lo que ha ocurrido pero desde un nuevo punto de vista. Es el momento en que las repuestas salen a la luz. En este caso, vemos la historia desde el punto de vista de los secuestradores. Aunque puede que esté haciendo algo de 'spoiler', diré que la solución del misterio no iba por los caminos que se nos habían insinuado desde el principio. De alguna manera se humaniza al monstruo, porque al final esto no iba ni de violaciones, ni de acosadores, ni de videos de pornografía infantil, ni oscuras conspiraciones. Por cierto que con las escenas del cautiverio de la pequeña, nos han vuelto a recordar al glorioso final de Mad Men. Más que nada porque ambas escenas usan la célebre sintonía que usaba en los 70 la marca de refrescos más famosa del mundo y tan norteamericana como Mickey Mouse.

La historia de los secuestradores es el mejor episodio de la serie y deja el camino despejado para el gran final donde Miren esclarece el misterio. Resulta un poco paradójico que el personaje al final se pierda la exclusiva de la noticia en la que ella es la protagonista. Para cuando sale del hospital, todo el mundo ha contado ya la historia. Y así llegamos al momento en que nos acordamos que todos los misterios sobre la violación de Miren permanecen sin resolver. A lo mejor, la notoriedad que ha logrado el personaje con la resolución del caso es lo que le ha permitido recibir una nueva pista y con la que se nos pone los dientes largos al decir a las claras que podríamos tener una segunda temporada. Todavía Netflix no ha dicho nada, pero tras conocer los datos de audiencia del pasado fin de semana raro sería que no acabara dándole luz verde.