El Gobierno ha tardado 24 días, los que van desde que se produjo el accidente del petrolero Prestige hasta ayer, en formar un gabinete ministerial de crisis para adoptar medidas contra el desastre. Consciente del tremendo deterioro de la imagen gubernamental que ha traído consigo la marea negra, Aznar decidió abandonar su prepotente política del aquí no pasa nada y presidir una reunión en la que, por fin, parece que el Gobierno mide la catástrofe gallega --y, a este paso, atlántica-- en sus justas dimensiones.

Ayer se supo también que Aznar viajará a Galicia. Lo hará cuando hayan amainado las protestas, pero no podrá evitar que se le recuerde cómo despreció a quienes fueron a la zona, según él, "a hacerse la foto". Tampoco es casualidad que la reunión se celebrara en sábado, después de que la sociedad española se escandalizara con las noticias de que Fraga y Alvarez-Cascos estuvieron de cacería en el primer fin de semana de la crisis. El contraste entre la falta de reflejos del Gobierno y el comportamiento casi heroico de los voluntarios y marineros que luchan contra la contaminación era insoportable para la imagen del Gobierno del PP, que ha sufrido un deterioro irreparable.