Expertos urbanistas, arquitectos y profesores expusieron ayer en Zaragoza diferentes iniciativas para mejorar la calidad de vida en las ciudades. El entorno urbano ideal que trazaron estos especialistas se fundamentó en la necesidad de diseñar planteamientos urbanísticos compactos, para que los servicios estén realmente al alcance de los administrados; de crear ciudades sostenibles, es decir que no esquilmen los recursos ambientales en aras de su perdurabilidad; además de socialmente justas y equilibradas, para erradicar las bolsas de pobreza y redistribuir los recursos. Los ejemplos concretos expuestos en el auditorío de Zaragoza resultaron muy ilustrativos, aunque no ocultaron la enorme dificultad existente para aplicar estos modelos en un mundo extremadamente injusto, en el que las oportunidades de desarrollo no están al alcance de todos. Trazar modelos de máximos para las urbes del siglo XXI será un buen ejercicio siempre que los gobiernos y los poderes públicos y privados se apliquen para acercarnos a estas utopías en un mundo que no sólo debe ser global para los derechos, sino para las obligaciones. Las ciudades, como potenciales foros de progreso y de bienestar, deben aspirar a cumplir mejor su papel. Y eso es tarea de todos.