En Copenhague se ha cerrado el paréntesis histórico iniciado en Yalta hace 57 años. La Unión Europea acoge a ocho países del Este y a dos islas mediterráneas. Dentro de tres años le seguirán Rumanía y Bulgaria. Y Turquía tiene cita a fecha fija para empezar a negociar su adhesión. Han sido necesarios 10 años de negociaciones para llegar a Copenhague y tendrán que pasar muchos más para medir el éxito o el fracaso de una UE ampliada que pronto tendrá 100 millones de ciudadanos más, con grandes disparidades de extensión, riqueza, empleo, dimensión del sector agrícola y capacitación técnica.

El PIB medio per cápita, medido en términos de igual poder de compra, de los 10 nuevos miembros no llega a la mitad de la actual UE. Y las previsiones de la Comisión estiman que hará falta al menos 20 años para cubrir esta diferencia. Los problemas de Alemania para digerir su reunificación muestran las dificultades de la convergencia económica entre el Este y el Oeste. Después del entusiasmo de Copenhague la reunificación de Europa pasará facturas, planteará conflictos y despertará rencores.

LOS MOTIVOSde inquietud son evidentes: ¿cuánto va a costar la ampliación?; ¿quién la va a pagar?; ¿se va a producir una oleada emigratoria incontrolable?; ¿las empresas se irán masivamente al Este?; ¿qué va a pasar con la política agraria común?; ¿cuál es la visión de la Europa política que aportan los nuevos miembros?; ¿cómo va a afectar a la relación de la UE con EEUU? Y, de rebote, ¿hasta dónde puede extender Europa sus fronteras sin diluir su unión?

Muchos comparan la situación de estos países con la de España y Portugal en 1986, pero su número y la población afectada multiplica los inconvenientes del proceso. De momento, el coste de la ampliación es modesto. Hasta el 2006 se habrá gastado, en 15 años, la mitad de lo que el Plan Marshall le costó a EEUU en cuatro (1948-1951). Entre el momento de la adhesión efectiva, mayo del 2004, y el final de los actuales presupuestos comunitarios, en el 2006, las ayudas que recibirán esos 10 países representan el 0,13% del PIB de la UE. En dimensiones más humanas podemos decir que la ampliación nos costará 25 euros por habitante y año hasta el 2006.

EL PROBLEMAvendrá cuando haya que revisar las políticas agrarias y regionales. Las disparidades de renta exigirán transferencias financieras más importantes que en el pasado. La justificación del cheque inglés será cada vez más difícil. Si no se quiere aumentar el 1% del PIB que representan hoy los recursos comunitarios la batalla promete ser cruenta. Y la Alemania en crisis económica y dificultades para cumplir el Pacto de Estabilidad ha asegurado que no será quien pague la factura.

En Niza cada país peleó para mantener la regla de la unanimidad --su derecho al veto-- en los temas que le interesan especialmente, como España en los fondos estructurales. Lo que quiere decir que, si no se avanza en las reformas institucionales, y los equilibrios de fuerza dentro de la Unión Europea siguen focalizados en los acuerdos a corto plazo, se producirá un bloqueo sistemático de cualquier decisión.

Pero todo el mundo aparenta creer que las cosas seguirán como antes aunque saben que eso no es cierto. En cambio, se magnifican problemas que no lo serán tanto o que se habrían planteado en cualquier caso, como la agricultura. Los agricultores del Este no recibirán las mismas ayudas que los del Oeste hasta dentro de 15 años. Pero no podía ser de otra manera si no se quiere frenar la necesaria transformación de la agricultura en esos países, con numerosas explotaciones de subsistencia que tendrán que desaparecer. Sus propietarios deberán buscar trabajo en otros sectores o emigrar.

LA EMIGRACIONy la deslocalización de empresas son los otros dos graves problemas. El temor al primero se ha exagerado. Hoy, los trabajadores emigrados procedentes del Este representan el 0,2% de la mano de obra en la UE. El 80% de ellos está en Alemania y Austria. Y la OCDE estima que el flujo máximo será de 350.000 personas/año hasta el 2014 y disminuirá después.

El problema del desplazamiento de actividades productivas se hubiera planteado igualmente sin la ampliación. Estos países, en los que, como es el caso de Hungría, el salario medio es la quinta parte del de la UE, están necesitados de inversiones que ellos solos nunca podrán financiar. Pero también son muchos nuevos consumidores a los que exportar nuestros productos si una oleada de prosperidad común les permite poder pagarlos. Esta será la verdadera cuestión de la ampliación.

*Diputado del PSOE.